¿Hay que esperar a que los anfitriones nos inviten a tomar asiento para poder ocupar una silla o un sillón?
Sentarse cuando nos inviten a ello. No es muy educado ni apropiado llegar a una casa y sentarnos sin que nos invitan a ello
Los anfitriones son los que invitan a sentarse
Cada vez es más habitual llegar a una casa y sentarse sin pedir permiso. Es una acción poco correcta y apropiada.
Cuando vamos a una casa de visita o para asistir a un evento al que nos han invitado, lo correcto es saludar y esperar a que los anfitriones o alguna persona designada por ellos nos indiquen que podemos tomar asiento. Incluso, nos pueden decir dónde nos tenemos que sentar.
Razones para no sentarse sin pedir permiso
Pueden ser muchas las razones por las cuales no todos los asientos pueden estar disponibles. Veamos algunas.
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Una razón importante puede ser, porque el asiento es el que siempre utiliza uno de los anfitriones o alguna de las personas que habitan las casa. El asiento del abuelo o abuela, por poner un ejemplo.
Otra razón, que suele ser muy habitual, es que el asiento esté ocupado por una persona que se ha tenido que ausentar un momento: para ir al cuarto de baño, para contestar una llamada telefónica, etcétera.
Pueden ser razones 'muy tontas' las que justifican no sentarse en un determinado sitio: como esa silla que cojea un poco o esa otra que está pendiente de algún arreglo y no es muy segura.
Como vemos, las razones pueden ser muchas. Pero sobre todo, la mayor razón, es la buena educación. Esperar a que nos inviten a sentarnos los anfitriones es una cuestión, simplemente, de buena educación.
Si queremos sentarnos sin que nos inviten a ello, podemos preguntar si el asiento está ocupado. No es la primera vez que alguien se sienta en el lugar de una persona que se había levantado a por una copa, se había ido al cuarto de baño o se había ausentado por otro motivo de forma temporal.
Si vemos que todos los asientos están ocupados y entran señoras, personas mayores, etcétera, tenemos el deber de cortesía de ofrecer nuestro asiento a estas personas. Antiguamente, al ofrecer el asiento, aunque la persona lo rechazara, se levantaba la persona que lo ocupaba para "obligar", en cierta manera, a aceptar ese asiento. Era un gesto de cortesía que apenas se ve en la actualidad.
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