Pausado relevo tras la meritoria gestión de Almansa.
Fernando Almansa dejará la jefatura de la Casa del Rey a finales de este año.
Ayer se confirmó la noticia de que Fernando Almansa dejará la jefatura de la Casa del Rey a finales de este año, dando el relevo a Alberto Aza, quien ya el próximo verano habrá entrado en La Zarzuela a la cabeza de la Secretaría General, sustituyendo a Rafael Spottorno. Se cerrará así una etapa importante de 10 años en la vida de la Monarquía española y se va a abrir otra de indudable trascendencia.
Pero, mucho más que en los dos relevos anteriores (el del marqués de Mondéjar y el de Sabino Fernández-Campo), en esta ocasión la palabra principal es continuidad, ilustrada por los similares perfiles de los dos diplomáticos con vocación de servicio y discreción de Almansa y Aza y por el carácter pausado de una transferencia de responsabilidades durante todo este año. Demasiado pausado, quizá, que puede dar una impresión de interinidad.
Con Almansa se rompió el molde de sus antecesores, que más que jefes de la Casa del Rey eran mentores y hasta protectores de un monarca más joven que ellos, en momentos tan delicados como los de la Transición. El actual jefe se va a marchar con sólo 53 años, es decir, bastante más joven que el Rey, y tras haber propuesto ya el año pasado, al parecer, su relevo, aunque éste no sea un cargo que se suela abandonar a petición propia.
En cualquier caso, se va, un servidor del Rey, que ha desempeñado competentemente su función, dedicado a la gestión y a las relaciones institucionales, y va a llegar otro con una misión similar dentro de la conquistada normalidad institucional.
Almansa llegó en tiempos conflictivos se cuestionaba a financieros próximos al Rey, de Manuel Prado al príncipe Tchkotua, pasando por Mario Conde y Javier de la Rosa , y se irá sin polémicas similares.
No se puede, con todo, obviar que el relevo se produce tras la ruptura del Príncipe de Asturias con Eva Sannum, y que la insistencia expresa de Almansa en que nada tiene que ver lo uno con lo otro puede recordar eso de "excusatio non petita". Lo que en todo caso está claro es que, de haberse confirmado el compromiso nupcial, Almansa se habría sentido obligado a seguir en el cargo, justamente para que no se especulase con los motivos de su marcha.
Otras disquisiciones parecen exageradas, ya que, cualquiera que haya sido el papel de Almansa en su relación con el Príncipe y la joven noruega, cumplió estrictamente la voluntad del Rey. Fue el momento más delicado de su gestión, pero sería muy injusto circunscribir a estos meses la valoración de su meritoria y sobresaliente tarea.
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