Hospitalidad y comportamiento de los huéspedes.
Hay que destinar a los huéspedes habitaciones confortables, con todos los objetos necesarios de uso cotidiano.

La hospitalidad.
Algunas veces, en la misma intimidad de la casa, nos vemos obligados a praticar las fórmulas sociales cuando tenemos un huésped.
La hospitalidad no es tán fácil de practicar como se cree. Si las condiciones de la casa o de la familia no ofrecen la suficiente garantía de que se encontrarán bien atendidos y con toda tranquilidad, es mejor no hacer invitaciones.
Hay que destinar a los huéspedes habitaciones confortables, con todos los objetos necesarios: toallas, objetos de limpieza, papel, sobre, libros, etc.
Si se trata de señoras, hay que disponer aún con más cuidado los objetos de la toilette, que en ningún caso han de faltar, y que tengan polvos para el cutis, perfumes y todo lo necesario.
Para ser agradable a los huéspedes, se procurará organizar fiestas y excursiones, así como recibir en casa y que las horas pasen con el menor fastidio posible. Pero ante todo, se dejará a los invitados en libertad de acostarse o levantarse a las horas que tengan por costumbre, sin imponerles obligaciones ni un régimen de vida contrario al que les sea habitual.
Por su parte, los convidados se mostrarán muy comedidos, evitando inmiscuirse en los asuntos de sus huéspedes, y si hay desavenencias entre los individuos de la familia, no aparentar notarlas ni tomar parte en favor de unos o de otros.
Usarán con moderación de los servicios de los criados, sin exigencias ni mandatos imperiosos. Al salir de la habitación debe dejarse todo con el mayor orden posible.
La persona que se encuentra en una situación de fortuna modesta haría bien en no aceptar la hospitalidad de los amigos opulentos o en una casa donde hay un gran lujo, pues aunque los dueños sean generosos y atentos los criados, no deja de hacer sentir alguna humillación si ven que no se les han de recompensar sus servicios. En estas casas es mejor no aceptar una hospitalidad a la que no se puede dignamente corresponder.
"Delante de los huéspedes no se discute ni se tienen querellas"
Si un invitado lleva mucho tiempo de huésped en la casa, no debe por eso darse aires de importancia y pretender ayudar a los dueños en sus deberes de hospitalidad cerca de los otros invitados que llegan después.
No hay tarea más difícil que la de la hospitalidad, no solo para rodear a los huéspedes de todas las comodidades posibles, sino para mostrar sin cesar el rostro sonriente. Hay que ocultar todo cuidado, contrariedad o enojo propios de la vida cotidiana. Sería del peor gusto darles el espectáculo de discusiones agrias y de querellas íntimas. Y desde luego, es falta imperdonable es una persona elegante hablar de los precios de las cosas, de los criados, no de nada que con la organización y el servicio de la casa se refiera.
Ningún huésped debe despedirse de repente, sino prevenir con algunos días de anticipación su partida, salvo en circunstancias indispensables. Lo más conveniente es advertir a la llegada lo que durará su estancia.
El huésped que se despide ha de dar una propina a los criados y delicadamente algún regalo a los niños o a los dueños de la casa de un objeto de valía.
De vuelta a su casa, debe escribir en seguida una carta muy afectuosa para expresar su gratitud por las atenciones recibidas, y la política exige que se le conteste dentro de la misma semana.
No como huéspedes se consideran las personas de la familia que pasan largas temporadas en casa, como los padres y hermanos de uno u otro cónyuge. Sin embargo, las leyes de la hospitalidad nos obligan con ellas a las mismas atenciones y deferencias, sin que por otra parte su título de parientes cercanos les de derecho a entrar en el terreno propio de la señora de la casa.
Respecto al modo de tratar a los huéspedes, una persona de edad o de gran respeto goza en todas partes las mayores deferencias, pero se cuidará de que no aparezca desigualdad en el trato y que ninguna persona se crea humillada en nuestra casa.
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