El Protocolo en España: Ayer y hoy. II
Desde hace quinientos años, vivimos en nuestro país según el Uso de Borgoña, que introdujo en España Carlos V, el Emperador Carlos I de España
Protocolo de Borgoña y Bandera Nacional. Los Borbones renuevan el protocolo
El Protocolo en España: Ayer y hoy
Efectivamente, desde hace quinientos años, vivimos en nuestro país según el Uso de Borgoña, que introdujo en España Carlos V, el Emperador Carlos I de España.
La Borgoña de los siglos XIV y XV era un ducado vasallo del Rey de Francia: el tercer hijo del Rey de Francia era el Duque de Borgoña. Era un ducado pequeño que hereda una serie de territorios al Norte de Francia gracias a unas alianzas patrimoniales, convirtiéndose desde hace ya casi seiscientos años en el centro del poder económico europeo.
Hoy día, Benelux es la capital de Europa, pero ya lo era entonces: allí estaban las fábricas textiles de la época, las ferias comerciales, los puertos fluviales de Brujas y Amberes...
El Ducado de Borgoña, entonces ya centro económico, crea un interesante protocolo a principios del siglo XV. El Duque Felipe el Bueno de Borgoña decidió crearlo para imponer su autoridad y renombre frente a las demás Monarquías Europeas: Inglaterra, Francia, Alemania y Castilla y Aragón.
Fue un protocolo fastuoso inventado para propagar este Ducado de Borgoña, al mismo tiempo que se trataba de elevar la figura del Soberano, del Duque, convertiéndolo en un ser casi semidivino, de modo que pudiera imponer su autoridad recibida de Dios frente a sus súbditos.
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Otra característica fundamental de este protocolo es que el orden era estrictamente riguroso: Cada procedimiento y modo de comportamiento estaban escritos, de modo que se sabía exactamente dónde se debía sentar cada persona, cómo se le servía y en qué orden... Existía una enorme corte de personalidades con funciones específicas de protocolo que debían cumplir estas normas con disciplina.
La cuarta característica del protocolo de Borgoña es la uniformidad en la celebración de los actos organizados en los distintos territorios que poseía el ducado. Puesto que no existía una continuidad territorial entre dichas posesiones, se dictaminó que todas las ceremonias reunieran las mismas características, independientemente del lugar en que se organizasen. Ésta es una de las pretensiones del Ordenamiento General de Precedencias en el Estado, de 1983. En dicho ordenamiento se establecen las disposiciones que deben aplicarse en el conjunto de territorios del Estado. Así, se aplican unas mismas normas protocolarias en las mismas circunstancias, aunque en autonomías diferentes.
El profesor sevillano Domínguez Ortiz, en su libro "Dos mil años de historia", dice no explicarse muy bien por qué el Emperador Carlos V quiso instaurar este Uso de Borgoña en España. La Doctora María Teresa Otero Alvarado defiende la teoría de que el protocolo es el instrumento que el poder ha utilizado para perpetuar una determinda situación política en cada período histórico.
En este momento quisiera exponer los argumentos que puedo presentar sobre los motivos que llevaron al Emperador a instaurar dicho protocolo en España. En 1548, Carlos V deseaba que su hijo Felipe lo sucediera en el Imperio. Para preparar a su hijo en un futuro cargo imperial, introdujo al Príncipe Felipe en el Uso de Borgoña. Fue el III Duque de Alba, Mayordomo Mayor del Emperador, quien le enseñaría este Ceremonial Uso de Borgoña al Príncipe Don Felipe en Valladolid. Hoy sabemos que el 15 de agosto de 1548 se le empieza a servir al Príncipe según el Uso de Borgoña.
Felipe II introdujo los primeros cambios en este protocolo. Tras viajar a los Países Bajos, decide promulgar una Pragmática de cortesías en 1586. Felipe II se sentía abrumado por las exigencias del protocolo borgoñón y lo rechazaba, por lo que dicta esta pragmática con el objetivo de poder adaptar el protocolo de Borgoña a los usos castellanos, compaginando ambas normativas y costumbres. Entre las normas que creó, podemos destacar el uso característico en nuestro país del término Señor para hacer referencia al Jefe de Estado o Rey, sustituyendo al de Alteza y frente al uso de Majestad, referido a los Emperadores.
Todos los monarcas de la Casa de Austria estaban imbuidos por este protocolo de Borgoña, cuyo mejor relflejo es el Monasterio de El Escorial. La separación de las aulas en el Palacio de El Escorial, cuya importancia aumenta según su grado de proximidad al Soberano, sigue vigente en las salas del Palacio Real y en todo nuestro ceremonial.
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La Casa de Austria se distinguió siempre por su admiración hacia el protocolo de Borgoña. Felipe III se caracterizó por su inclinación por el protocolo religioso. Felipe IV supuso el momento culminante para la Monarquía Barroca Española así como el triunfo absoluto del protocolo de Borgoña. Carlos II, el último de los Reyes de la Casa de Austria, fue un esclavo del protocolo por cuan todo su comportamiento estaba regido por aquello que dictaminaba y le permitía la norma protocolaria.
Con la llegada de los Borbones, una renovadora concepción del protocolo irrumpe en el encorsetado protocolo borgoñón de Carlos I. Felipe V, junto con sus consejeros franceses, se encuentra una España endogámica, una corte encerrada en sí misma, inundada de enanos y bufones y un pueblo vestido de luto, por lo que decide cambiar el sistema de gobierno y, con él, también a las personas. La Corte francesa giraba en torno a un sistema de actos y continuidad de la vida política impulsada por el Soberano, donde la ceremonia y la precedencia eran ya muy importantes. La modernización del sistema de administración del Estado, a manos de Felipe V, trae a España el incipiente organigrama del Estado con la creación de la figura de los Secretarios de Estado.
Don José de Grimaldo fue el Primer Secretario de Estado y del Despacho, quien estableció unas normas escritas de protocolo en la recepción de embajadores del extranjero que aún siguen vigentes. Esto quiere decir que las recepciones que se realizan hoy en el Palacio Real, ya se habían definido en el ceremonial de 1717.
Asimismo, la figura del Conductor de Embajadores, o Introductor de Embajadores, que entonces llegó a España y que hoy es el cargo más antiguo de la administración española, era un figura copiada, y en esto estoy de acuerdo con la Doctora María Teresa Otero, por Felipe IV del Maestro de Ceremonias de Enrique II de Francia.
Otra de las aportaciones de la modernización puesta en marcha por Felipe V fue la paulatina desaparición del sistema procedente de los Grandes de España, clase política creada por Carlos V y que habían llegado a monopolizar los altos cargos en nuestro país y las ceremonias que en él se celebraban. Esta situación, heredada de la época de los Reyes Católicos, se prolongó hasta la etapa de Alfonso XIII. La reina Isabel la Católica había quitado el poder político y económico a la nobleza castellana, otorgándoles a cambio los cargos palatinos que se convertían en cargos hereditarios. De esta forma, son las mismas familias, desde la época de los Reyes Católicos, las que van a monopolizar los grandes cargos de Gentiles Hombres, Aposentadores, Mayordomos...
Los consejeros de Felipe V no van a eliminar totalmente a los Grandes de España pero sí que introducen a funcionarios como los Secretarios de Despacho, que van a tener un poder muy similar a aquéllos.
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Con Carlos III se produjeron nuevos cambios en el ámbito del ceremonial y el protocolo. El Rey Carlos III fue el creador, en cierta manera, de la Bandera e Himno Nacionales.
El actual himno nació como una Marcha de Pífanos, o Marcha Granadera, en 1761 y fue obra del Maestro Espinosa, cuyas partituras han sido encontradas en la Biblioteca Nacional de Madrid. El origen de nuestro himno, por lo tanto, no se encuentra en una composición musical que, como cuenta la leyenda, regalara el Rey Federico de Prusia al Conde de Aranda.
Fue una Marcha de Pífanos, convertida en Marcha de Honor por Carlos III y no reglamentada como Himno Nacional hasta mucho después. Fue Alfonso XIII el que convirtió esta Marcha Real, que se había conservado en palacio, en Himno Nacional por una disposición de 1908, en la que el maestro Pérez Casas orquesta el himno que ha estado vigente en España hasta hace cinco años.
Carlos III creó también la Bandera Nacional o Bandera de la Armada en 1785. En un momento histórico en el que toda Europa mediterránea estaba en manos de los Borbones y se empleaba la bandera blanca con las armas del soberano de cada país en los buques de la Armada, Carlos III creó una bandera que diferenciara en la mar a sus buques y fuera fácilmente identificable. Para esta bandera, Carlos III escoge los colores rojo y amarillo, porque son los colores que mejor se distinguen en la distancia. Aunque estos tonos tenían sus antecedentes en la bandera que ondeaba en el Reino de Nápoles y en el Reino de Aragón, los motivos por los que pasan a la Bandera de la Armada fueron de carácter pragmático: poder diferenciar a los buques en la mar.
Por ello, la bandera roja y amarilla pasaría después de los buques de la Armada a los ejércitos de tierra, convirtiéndose finalmente en la Bandera Nacional. Esto no ocurrió hasta 1860, en la Guerra de África. Los diez mil soldados españoles que intervinieron en dicha guerra llevaban en sus mochilas la bandera roja y amarilla con que serían posteriormente enterrados.
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El pueblo español se identificó con esta llamada Bandera de Mochila tras la pérdida de tantos soldados españoles e hizo suya la bandera con la que habían sido enterrados sus compatriotas. La bandera pasa al pueblo, sin ningún decreto ni ningún otro reglamento, convirtiéndose en la Bandera Nacional.
De nuevo fue Alfonso XIII quien reglamentó su uso por la disposición de 1908, junto con el Himno Nacional. Alfonso XIII dispone que la Bandera Nacional bicolor ondee en los edificios públicos los domingos y los días de fiesta. Hasta entonces la Bandera sólo había ondeado en las fuerzas del ejército de tierra y en la Armada.
Ninguno de los regímenes políticos que se sucedieron en el siglo XIX introdujeron cambios en la bandera. La Segunda República lo hizo en 1931, cometiendo el error de modificar una bandera que había sido adoptada por el pueblo desde 1860. La Segunda República identificó los colores de la bandera con la Dinastía Alfonsina y los cambió por los colores republicanos.
Tras Carlos III, tenemos que hacer una referencia obligada al reinado de José Bonaparte, quien en cinco años innovó el protocolo español. En 1809, introdujo las llamadas "Etiquetas", donde se establecía quiénes iban a ocupar cada una de las siete salas del Palacio Real, siendo estas etiquetas reglamentadas posteriormente por la Orden Real de 1908 de Alfonso XIII.
Curiosamente, el Palacio Real de Oriente en Madrid, situado en el Occidente de la Capital, recibe este nombre por José Bonaparte. Fue un homenaje de los afrancesados a José Bonaparte, que era el Gran Oriente de la Masonería Española, por lo que el Palacio Real era llamado el Palacio del Gran Oriente y así ha permanecido hasta hoy en la Plaza de Oriente.
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