El Presidente rompe de nuevo el Protocolo. Kirchner poco amigo del protocolo.
Anécdota del Presidente de la República Argentina rompiendo el protocolo en un acto.
El presidente Néstor Kirchner volvió a poner hoy en vilo su seguridad personal, esta vez en la capital misionera, al arrojarse desde un escenario, a un metro y medio de altura, para mezclarse con una multitud que pugnaba por saludarlo.
El incidente, que nuevamente dejó huellas en el rostro del mandatario, se produjo esta tarde en el acto de inauguración de un complejo habitacional en el barrio Itaembé Miní, a unos 7 kilómetros del centro de Posadas.
Kirchner, quien ocupó el palco junto al gobernador Rovira e integrantes de los gabinetes nacional y provincial, durante el discurso del primero se dedicó a firmar autógrafos y hasta la figura de un pingüino que le acercó un simpatizante entre unos 2000 que asistieron al acto.
El presidente sólo se detuvo en sus saludos al momento de pararse frente al micrófono para dejar inauguradas las viviendas. Una vez que finalizó reanudó el contacto con la gente, desde una altura superior al metro y medio.
No conforme con esa actitud, y para preocupación de los encargados de su seguridad, el Presidente se sentó al borde del escenario para estar más cerca de quienes lo vitoreaban, hasta que en determinado momento saltó y se mezcló entre la multitud.
En medio del caos, uno de los efectivos de seguridad se arrojó desde el escenario sobre la gente para intentar rescatar al Presidente que, a esa altura, ya evidenciaba en su rostro algunas marcas de la euforia de la gente.
Al final, con la presencia de otros tantos guardias, Kirchner fue virtualmente levantado con mucho esfuerzo y retirado del lugar hasta el vehículo que al final lo trasladó hasta el aeroparque posadeño para emprender el regreso a Buenos Aires, poco antes de las 16.
Ese hecho marcó el final de una maratónica visita a Posadas, que duró apenas cuatro horas, lapso en el que Kirchner se dedicó sistemáticamente a transgredir el protocolo, como cuando descendió frente a la casa de gobierno y se mezcló con el público que lo aguardaba.
Lo mismo hizo al ingresar en la sede gubernativa donde, a su paso, saludó a empleados y simpatizantes tras desbordar el cordón de policías.
Después, en el acto de firma de convenios, optó por ocupar el atril del locutor oficial para dar su discurso y, al finalizar, él mismo abrió un ventanal para saludar a quienes se encontraban afuera.
Pero si hubo algo de lo que pocos se quejaron fue de la atención del Presidente a cuanto directivo, intendente o representante de entidad social quisiera hablar con él porque atendió a todos, o a casi todos, si es que alguno quedó al margen de las audiencias.
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