La Biblia: el primer manual de usos y costumbres en la mesa
De los textos de la Biblia extraemos pautas para la cortesía y protocolo en los banquetes
Reglas de etiqueta y cortesía en la mesa según textos de la Biblia
Repasando los textos del Antiguoy del Nuevo Testamento, hallamos pasajes que contienen pautas sobre la cortesía y el comportamiento en la mesa y que compendian un curioso manual de usos y costumbres en los banquetes, además del protocolo que hay que observar.
En el Libro de los Libros encontramos referencias al papel del Anfitrión y la colocación de los invitados de honor, las preeminencias en el banquete, la cesión de puestos, la cortesía en la mesa o el ceremonial, entre otros aspectos protocolarios.
Anfitriones famosos en la historia
En los textos sagrados hallamos a venerables anfitriones, y algunos de ellos, incluso, se hicieron famosos por sus también celebérrimos banquetes, como Holofernes, Asuero, Baltasar, Herodes, Nabucodonosor o Salomón, sin olvidar a otros como Herodiano, Gedeón, Ester, Nehemías, Saul, Absalón, Abraham, Isaac, Tolomeo, Job y por supuesto el propio Jesús en el banquete que ha marcado la imprenta cristiana: La Última Cena.
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Así, encontramos en la Biblia referencia al momento del inicio del banquete "el pueblo no comienza a comer antes de que llegue él, porque es él quien tiene que bendecir el Sacrificio" (Libro de Samuel).
En esta misma obra, se explica como "el Rey se sentó a la mesa para comer. Estaba sentado en su sitio, según la costumbre, contra el muro". Y de hecho, en los libros sagrados se refiere como los monarcas ocupaban el sitial en el Salón del Banquete.
En el relato del banquete de Ester, se cuenta que cuando entró la reina en la Cámara Real "Asuero estaba sentado en el trono de cara a la puerta".
En el Génesis se cuenta que cuando José recibió en Egipto a sus hermanos "estos fueron sentados en una mesa aparte frente a su anfitrión. Cada uno en su puesto, del mayor al menor". Y José "donde su propia mesa y a través del mayordomo, les mandaba las porciones del asado que se había preparado". A qué se nos describe la relevancia del papel del anfitrión respecto a sus invitados.
Los banquetes y los anfitriones
Comentábamos anteriormente que en la Biblia se narran los hechos protagonizados por célebres anfitriones, y como siempre, unos destacan sobre otros.
Es el caso, por ejemplo, de Salomón, durante cuyo reinado, sus banquetes se caracterizan por su podigalidad y suntuosidad.
Prueba de la pompa y boato de la Corte Salomónica se describe cuando se alude a la admiración que despertó en la Reina de Saba la riqueza del Palacio:
"Los manjares de su mesa, el ordenamiento jerárquico de sus cortesanos, el escalafón de sus ministros y sus libreas, los asistentes de los siervos, en provisiones de bebidas, sus coperos y su atuendo".
Igualmente se relata que todos los vasos del Rey eran de oro y toda la vajilla del palacio "Bosque el Líbano" - máximo exponente de la magnificiencia y lujo salomónico, representado en la suntuosidad y riqueza de esta mansión, era de oro fino.
Para Salomón, la celebración de banquetes era un medio más para asentar su poderío y como escenario de esta parafernalia gastronómica utilizaba el palacio antes citado y en donde se ganó la fama como espléndido y magnánimo anfitrión, al tiempo que se convertían en leyenda. De hecho, para atender tanta regalía culinaria, este monarca disponía de un elenco de doce intendentes, uno para cada mes del año y que se encargaban de proveer su rica mesa.
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Otro "afamado" banquete que se describe en las páginas bíblicas ha sido el que Holofernes ofreció a sus ayudantes de campo y al que invitó especialmente a Judit.
Como buen anfitrión, el general asirio dispensó lo mejor para atender a su hermosa invitada de honor (cubiertos de plata, sus mejores manjares,...). Propiciado por el cálido ambiente, la deliciosa compañía ... y el exceso de vino, Holofernes sucumbió en brazos de Morfeo. El resto de la historia ya es conocida y cómo la bella convidada se llevó lo mejor del banquete: la cabeza del ilustre anfitrión.
Por su parte, el rey Baltasar convidó a un gran festín a mil dignatarios suyos. Fue un convite dónde abundó el vino y precisamente, animado por tanta libación, ordenó traer las copas de oro y plata que su padre, Nabucodonsor, había cogido del templo de Jerusalén y en ellas invitó a beber a sus convidados, incluyendo a sus mujeres y concubinas.
Banquetes de Estado
Pero los "Banquetes de Estado" no solo fueron propagados por Salomón. Otros monarcas, también convirtieron los convites en este tipo de acontecimiento. Como Asuero, quien investido de todo el gran poder que le otorgaba su soberanía desde la India hasta Etiopía, celebraba grandes festines con el propósito de acrecentar su sensación de poder y confirmar su regio mandato.
Cuentan las crónicas bíblicas que "cuando se sentaba en su trono real y reinaba desde hacía tres años, dio un banquete a todos los príncipes, ministros y jefes del ejercito persa y medo, a los nobles y gobernadores de las provincias. Quería con esto poner ante sus ojos la riqueza y la gloria de su imperio, el fausto y esplendor de su magnificencia".
Asimismo, se relata otro banquete ofrecido, durante siete días, a toda la población de la ciudad de Susa, desde el mayor al menor, en el patio del jardín real. La suntuosidad de este festín, quedó reflejada en uno de los párrafos del Libro de Ester:
"colgaduras de lino blanco y celeste, sostenida por cordones de seda y púrpura roja, pendían de anillas de plata, fijadas en columnas de mármol; se habían colocado divanes de oro y plata a lo largo del pavimento de piedras raras, de mármol blanco, de madre perla y de mosaico". Pero la opulencia no quedaba ahí, pues se relata que las bebidas se servían en tazas de oro, todas diferentes "y se ofrecía vino abundante, conforme a la esplendidez regia".
Sin embargo, la celebridad de Asuero se ejemplarizó desde el momento que conoció a una joven y hermosa judía, llamada Ester, quien puede decirse que "instituyó" el banquete de Estado, pues por lo menos con esa intención promovió el que hizo en honor de Asuero.
El cronista bíblico así lo describe: "Tres días después, Ester, revestida de reina (sucedía en el trono a Vasti), llegó al atrio interior de Palacio, ante la Cámara Real. Asuero estaba agarrado al trono en la sala real, de cara a la puerta. Cuando vio que la reina estaba de pie en el atrio, le arrebató su encanto y tendió hacia ella el cetro de oro que tenía en la mano y el rey le preguntó ¿qué pides?. Te daré aunque sea la mitad de mi reino. Y fue en ese momento cuando Ester invitó al monarca al banquete, pero con la condición de que asistiese el ministro Amán, enemigo de los judíos. Y aprovechó la congruencia del ágape para descubrir las maquiavélicas intenciones e aquel contra el pueblo judío. Como consecuencia de ello, consiguió revocar el edicto y obtuvo la anuencia del rey para que los judíos pudieran vengarse de cuantos los atacaran, autorizándoles a matar si fuera preciso".
Otro relevante festín, con célebre anfitrión, fue el protagonizado por Herodes y Salomé.
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Según nos relata San Marcos, el Tetrarca de Galileo ofreció un banquete en su cumpleaños a los magnates, tribunos y grandes personajes de Galilea. La hija de Herodías, Salomé - sobrina de Herodes y Antipas - entró en la Sala, bailó y causó el agrado de los convidados, especialmente a su tío, quien le dijo esa frase que se estaba haciendo popular como "pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".
La última cena: el banquete por excelencia
La Última Cena cierra el ciclo de banquetes bíblicos. De este banquete, los cuatro evangelistas ofrecen su versión. De todos ellos, el menos explícito es San Mateo, habida cuenta que no refiere el lugar dónde se iba a celebrar la comida, sino que tan sólo cuenta que "llegada la tarde, se puso a la mesa con los doce".
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