Si se pierden las formas, llegan las desgracias. Entrevista a Carlos Abella.
Carlos Abella (A Coruña, 1934), ha ocupado varios puestos del escalafón diplomático durante cuarenta años ininterrumpidos de servicio diplomático.

No se consienten los actos que revientan el protocolo.
Carlos Abella (A Coruña, 1934), ha ocupado varios puestos del escalafón diplomático durante cuarenta años ininterrumpidos de servicio diplomático, desarrollado en cuatro continentes. Ha sido Cónsul General en Río de Janeiro, Ministro para Asuntos Culturales en la Embajada en Washington, Embajador en Kenia, Embajador para el V Centenario del Descubrimiento de América, Inspector General de Servicios y Cónsul General en Miami, antes de alcanzar la Embajada de España ante la Santa Sede, cargo que cubrió los últimos siete años y medio de pontificado de Juan Pablo II (biografía publicada por Libros Libres).
¿Es tan vital el protocolo en las relaciones internacionales?
- El protocolo a lo largo de la historia ha sufrido perfeccionamientos. Hubo un momento en que se mataba al mensajero si llegaba con malas noticias. Yo he hecho un recorrido histórico desde la paz de Westfalia al Congreso de Viena. Y cuidar las formas es fundamental a la hora de conseguir las negociaciones diplomáticas. Cuando se pierden las formalidades, eso trae muchas desgracias a las naciones. Cuando se acaban las invasiones napoleónicas, a Napoleón se le ofrece el reino de la isla de Elba. En cambio, en la II Guerra Mundial a los alemanes, se les firma la paz en un vagón de ferrocarril. Y a los japoneses, McArthur los recibe en un portaaviones norteamericano. Pero en la guerra de Irak, Sadam Hussein acaba en un zulo esposado y colgado. Si no se respeta un mínimo al vencido, porque él tampoco lo hizo, cuando se le vence tampoco se tiene conmiseración. Nos quedamos sin el gobernante, pero también sin ejército y sin orden. Sólo hay caos. Sin embargo, si se mantienen las formas, siempre hay posibilidad de negociar.
¿Cómo puede afectar un mero gesto protocolario a una decisión política?
- El ejemplo más claro que tenemos en España es reciente. Cuando Zapatero en un desfile de las fuerzas armadas españolas se quedó sentado mientras pasaba la bandera de EE.UU. Eso tuvo como consecuencia cinco años de no ser recibido en la Casa Blanca, un diálogo muy duro, por aquel acto del que entonces era candidato a la presidencia. Cuando Chávez interrumpe y dice que "huele a azufre, pasó un demonio" ante Bush en una cumbre, o el presidente de Libia, que llegó a Italia con una imagen de un mártir de su país cosido en la guerrera, pero que había sido ajusticiado durante la dominación italiana... Lo que no se admite en protocolo son los gestos que lo revientan.
¿Y el polémico abrazo de Michelle Obama a la reina de Inglaterra, a quien no puede tocarse?
- Tiene menos consecuencias porque es un gesto más femenino entre damas, de empujarla por detrás. No es un símbolo, que le ponga la mano en la espalda.
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