Reglas de urbanidad Página 51
La urbanidad es el buen comportamiento acorde con los buenos modales que demuestra buena educación y respeto hacia los demás

La urbanidad es un concepto asociado al comportamiento social más apegado a lo antiguo. Podemos afirmar que ha dejado de ser, en nuestros tiempos, un código riguroso e inamovible
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									Comportamientos vulgares y poco políticos en la vida cotidiana.
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									Comportamientos vulgares y poco políticos en la vida cotidiana.
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									Se puede decir que el modo de vivir, de andar o de presentarse de un hombre dan a entender quien es.
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									El reloj se lleva en el bolsillo del chaleco metido en una cadena de oro.
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									La mano de un hombre debe estar libre de todas estas futilidades.
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									Se usan dos clases de sillas, la francesa y la inglesa.
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									Si se mira con la lente a una mujer, es casi como señalarla con el dedo.
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									Después de la ceremonia religiosa, se debe saludar con un aire respetuoso, y que manifieste sentimiento a las personas que hacen el duelo.
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									Los cabellos no son un adorno verdadero, sino en tanto que están bien limpios y tengan aquella flexibilidad viva que favorece las ondulaciones.
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									Los vestidos anchos y cómodos han sucedido a los angostos, estrechos y apretados.
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									Este día, llamado el más hermoso de la vida, tiene sus incomodidades y embarazos.
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									Por enemigos que seáis de esta diversión, la urbanidad exige que alguna vez toméis parte; por ejemplo, no es dado el negaros a hacer la partida al amo de la casa.
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									Llegados al término del viaje nada se deben los unos a los otros sino un saludo urbano, y algunos deseos lisonjeros.
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									Solamente daremos algunos consejos sobre el modo de conducirse en el campo.
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									El hombre honrado y amable lo es también en su casa; y entre su esposa y sus hijos es donde debe excederse su dulzura.
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									Hay quien tiene costumbre de tutear a sus criados, y no aprobamos semejante costumbre.
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									Hay visitas que son necesariamente cortas, como las que se hacen en las tres épocas señaladas de la vida: visitas de bautismo, de boda y de duelo.
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									Los ingleses no perdonan al hombre que les hace aguardar; menosprecian al que no va al sitio acordado al punto fijado desde la víspera.
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									Al entrar en la sala de baile, no se debe abandonar a las señoras para pasar a la pieza de juego.
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									Por más duros y poco armoniosos que sean los versos que recite, flojos o aprosados, no importa; escuchad con atención, y no os durmáis porque sería la mayor grosería.
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									En las casas de un hombre de elevada clase, es donde fácilmente se conocen los caracteres e inclinaciones de aquellos que las frecuentan.
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									Por lo regular, en la casa de un artista se exige más franqueza, y ninguna reserva diplomática.
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									Un hombre, pues, que recibe en su casa a otro, debe tener cuidado de que todo el mundo esté cómodamente, y nada encuentre en qué reparar, ni en su conducta ni en sus costumbres.
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									Si pasa la noche con iguales, se porta con aquella urbanidad habitual que jamás debe abandonarle.
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									Un hombre naturalmente generoso no teme ponerse a jugar con un compañero que sabe no es muy hábil en el juego.
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									La avaricia se echa de ver, por donde quiera, pareciéndose al amor y a los celos.