Publicación de negociaciones.
El régimen parlamentario ha impuesto la publicación de libros con las negociaciones políticas de los Ministerios de Negocios extranjeros de cada país.
Aunque una de las condiciones más necesarias en una negociación es la reserva, hay dos casos en que los Gobiernos suelen publicarla:
1. Cuando la publicación en un periódico oficial sea la condición precisa exigida para la satisfacción de una ofensa;
2. Cuando, a manera de indiscreción, los Gobiernos negociadores convienen en publicar las fases que ésta ha seguido, para calmar los ánimos, o para justificar el tiempo empleado en ella.
El régimen parlamentario ha impuesto la publicación de libros con las negociaciones políticas de los Ministerios de Negocios extranjeros de cada país, y hay la costumbre de dar a estos libros el nombre de rojos, azules, o verdes, según el color de su cubierta.
Publicación sumamente delicada y que requiere el mayor tacto, cuidado y patriotismo, para no anular, por medio de la publicidad de un despacho, el prestigio y la habilidad de un agente diplomático, que puede inutilizarse haciendo conocer todo lo que sabe del país donde está acreditado.
Los últimos libros de esta clase que se han publicado en España, son los libros rojos de 1881 y 1882. En algunos países, como Inglaterra y Francia, suelen publicarse todos los años; en otros, como en Italia, cuando los pide la Cámara de Diputados.
En España se ha hecho durante algún tiempo una especie de Circular autografiada, llamada Revista de la Quincena, que se remitía dos veces al mes a las Legaciones de S.M., donde se hacía una reseña de los hechos políticos más importantes ocurridos en España, y de los despachos de noticias políticas más interesantes; Circular que, redactada con inteligencia, podría ser sumamente útil, sobre todo a las Legaciones más apartadas de la Península, que podrían adquirir así algún conocimiento de la marcha de la política interior y exterior de la patria, más exacto que el que pueden proporcionar las apasionadas revistas de la prensa periódica.
Aunque el capítulo de Ceremonial y Etiqueta, que reseñamos al hablar de la Subsecretaría, es bastante extenso, no creemos inútil decir aquí dos palabras sobre las comidas en casa del Ministro de Estado -porque, como dice el Doctor Moritz Busch en su libro "Le Comte de Bismarck et sa suite"- los diplomáticos no deben tratarse en la cuestión de comida peor que los Prelados, puesto que la buena mesa forma parte de sus funciones; y como éstas les obligan siempre a obsequiar y agasajar a huéspedes de las más elevadas clases sociales, a quienes es conveniente inspirar buen humor (y nada predispone mejor para este fin como una buena bodega y una cocina delicada), las comidas diplomáticas se imponen a los Jefes de Misión y al Ministro de Estado, como el mejor terreno neutro para ciertas negociaciones, para suavizar asperezas y desvanecer temores; así es que, el Conde de Bismarck, hasta en la campaña de 1870, dedicaba especial atención a este particular.
En casa del Ministro de Negocios extranjeros de Francia, se ha dado siempre la preferencia para sentarse a la mesa a los Representantes diplomáticos acreditados en París, aun en el caso -dice el Barón García de la Vega- en que el diplomático no fuera más que un Encargado de negocios. En España, el peligro de toda clase de rozamientos se orilla, dando el paso a un Embajador extranjero, y después los demás diplomáticos se alternan con los otros convidados, adoptando el justísimo criterio de tratarlos con la mayor galantería en la cuestión de puestos, recordando la buena máxima de que las leyes de la hospitalidad imponen el ceder el paso en casa propia; de modo que, entre dos categorías discutibles, la del nacional y la del extranjero, se da la preferencia a éste, por galantería.
La Camarera mayor de Palacio, en España como en todas las Cortes, no cede el paso. Pero en dando la preferencia al diplomático de mayor categoría, desaparece toda dificultad.
Croquis de un comedor y de la distribución de puestos, que sirve también de indicación para el sitio del convidado y para designarle a quién da el brazo.
En cuanto a las cuestiones de etiqueta que pueden surgir en un momento dado por circunstancias especiales, quien puede resolverlas con más datos y mayor seguridad es el Introductor de Embajadores, a quien siempre suele someterse, previamente, un croquis con el proyecto de colocación de los convidados (1). Ver documento relacionado al pie del artículo .
Nota 1: Al citar la mesa del Principe de Bismarck y la de los Ministros de Negocios extranjeros de Francia, lo hacemos únicamente para que no falte esta información en el artículo; pues por lo demás, es absurdo el suponer que con el sueldo actual de los Ministros de la Corona de España se hable de comidas ni de recepciones; pues este sueldo, como todos los del Estado, resulta absolutamente irrisorio, y apenas puede bastar para que los Ministros vivan decorosamente. Mientras no se señalen gastos de representación en armonía con las necesidades de la vida social, por lo menos al Ministro de Estado, y se le facilite una casa-palacio debidamente alhajada y arreglada, como hacen todos los países de Europa, menos el nuestro, es imposible que un Ministro que no sea millonario y viva como tal, pueda hacer lo que todos los demás Ministros de Negocios extranjeros.
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