
Las presentaciones y las visitas. III.
Los distintos tipo de visita son necesarios para mantener activa nuestra vida social.
Cuando una persona hospeda en su casa a uno de sus parientes que reside en otro punto, lo participa a sus amigos para que vayan a visitarle.
Las visitas de pésame pueden hacerse en el término de treinta días.
Las de despedida se hacen y se pagan en los días próximos al viaje.
Las visitas de etiqueta se hacen de de la una a las cinco de la tarde.
Las de negocios procuraremos hacerlas en las oficinas para no robar al visitado los momentos de descanso que tiene en su casa.
Las visitas de confianza se hacen, generalmente, de noche; pero por mucha que se tenga, siempre debe evitarse el hacerlas tanto a la.hora de comer, como a cualquiera otra en que conozcamos que podemos ser molestos.
Las visitas de negocios han de ser tan breves como sea posible, pues se hacen a personas ocupadas, y nada es tan fastidioso ni menos propio para interesar en nuestro favor, como la pesadez de nuestros discursos en tales casos. Nuestro principal cuidado debe consistir en expresar el negocio que nos lleva y nuestro deseo en dos palabras, retirándonos al instante.
Las visitas de presentación y etiqueta serán también muy cortas, pudiéndose fijar sin duración en uon cuarto de hora, pues de lo contrario se harán incómodas y embarazosas.
También deben serlo las que se hacen a los enfermos y todas las de sentimiento.
Cuando la persona a quien visitamos vemos que está ocupada o va a salir, nos retiraremos pronto.
Así mismo, si hallándonos de visita en una casa llegase una persona a hospedarse en ella, o que tuviese que tratar alguna cosa importante con el amo o la señora, pasados algunos minutos debemos retirarnos.
Si durante nuestra visita el visitado recibiese alguna carta, le excitaremos a que la lea.
Siempre que se nos inste para que prolonguemos nuestra visita, nos quedaremos algún tiempo más, sin hacernos rogar excesivamente.
Hay visitas que es preciso hacer siempre en persona, y otras por medio de una tarjeta.
Las visitas de ofrecimiento por haber mudado de estado o de habitación, o por el nacimiento de un hijo, se hacen, generalmente, por tarjeta, pero deben pagarse en persona.
Las de felicitación, de sentimiento y de duelo, se hacen y se pagan siempre en persona.
Las de despedida pueden hacerse por tarjeta.
Las señoras solo pueden visitar a los caballeros en el caso de que éstos sean ancianos o sacerdotes.
La persona que recibe una tarjeta de ofrecimiento desde un punto distante, corresponderá en seguida con otra.
La tarjeta de una madre de familia incluye implícitamente el nombre de cada uno de sus hijos.
Así que nos digan que la persona a quien visitamos está de recibo, daremos nuestro nombre al criado o portero que haya de anunciarnos, y entraremos en la pieza que nos designen. Si es caballero y no hay donde dejar el sombrero y el bastón, los llevará en la mano; pero el paraguas lo dejará siempre en el corredor.
Al presentarse la persona que viene a recibirnos, la saludaremos, y la daremos la mano después que ella nos haya alargado la suya.
Luego, nos sentaremos en el lugar que nos indique, dejando que ella lo haga antes.
Si la visita es de etiqueta, y la persona muy superior a nosotros, no debemos sentarnos en el lugar más honorífico sino después de muchas instancias.
Ya hemos dicho que el que entra en una sala en donde haya varias personas debe hacerlas una cortesía, y los circunstantes corresponderle con otra.
Los caballeros no dejarán el sombrero sin ser instados para ello.
Aunque no es lícito hacer los honores de casa en la ajena, sin embargo, si su dueño estuviese ocupado con negocios u otras visitas, nos apresuraremos a rendir aquellos obsequios que sean indispensables.
Adaptaremos con el mayor esmero nuestro continente, acciones y palabras, a la naturaleza de cada visita.
Cuando entre otra persona de la casa, o alguna visita, los que están se pondrán inmediatamente de pie; pero si es señora, solo lo hará cuando entren otras señoras.
Tanto las señoras como los caballeros ofrecerán su asiento, si es el más honorífico el que ocupan, a las personas que entren, si son muy caracterizadas o muy de etiqueta.
- Las presentaciones y las visitas. I.
- Las presentaciones y las visitas. II.
- Las presentaciones y las visitas. III.
- Las presentaciones y las visitas. IV.
-
10779
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
Cuanto menos están, los hombres ocupados en negocios propios, otro tanto quieren informarse de los ajenos.
-
El vestido debe corresponder a las posibilidades, por lo cual, así el exceso como la mezquindad son dignos de censura.
-
Las primeras dificultades que ocurren a los muchachos, y aún a algunos adultos que carecen de práctica, se fundan sobre el tratamiento que se ha de dar a la persona a quien se escribe.
-
La bondad constante e ilustrada unida a la severidad variable, esto es, creciente o decreciente según aumentan o disminuyen la docilidad del hijo o la malignidad de su ánimo.
-
Al principio del siglo XVII los ingleses consideraban como una manía del viajero Tomás Coryate, el haber llevado de Italia a Inglaterra el tenedor que ellos reputaron por mueble inútil.
-
Cesados los peligros de las bellas, ya no fue necesario para ser admitido en estas tertulias, haber roto muchas lanzas en honor de una princesa o de una dama.
-
Un hombre naturalmente generoso no teme ponerse a jugar con un compañero que sabe no es muy hábil en el juego.
-
Los jóvenes deben ser educados para tener buenos modales y evitar que sean personas maleducadas en el futuro
-
No es lo malo escrutar; lo malo es que el afán de investigación se traduzca en juicios críticos, en comentarios que única y exclusivamente pueden redundar en daño ajeno
-
Aunque pudiera extenderme mucho más en cada uno de los artículos de que os he hablado, de moral, virtud y urbanidad, contemplo que os he dicho lo bastante, para que seáis buenos, virtuosos y corteses.
-
El tacto, esa 'delicada mesura que empleamos en todas nuestras acciones y palabras'
-
La cortesía exige que no escriban cartas que no sean necesarias.