
La frente, las cejas y las mejillas. Una cara dulce y comunicativa
El respeto que se debe al prójimo no permite, al hablar de alguien, golpearse la frente con el extremo del dedo para indicar que es una persona aferrada a su sentir y a su propio juicio
foto base MichaelGaida - Pixabay
La expresión de la cara y la urbanidad
Aquella urbanidad
Es poco decente tener el rostro arrugado. Ordinariamente es signo de un espíritu inquieto y triste. Hay que procurar que no presente rudeza, sino, más bien, un aire de cordura, placidez y benevolencia.
El respeto que se debe al prójimo no permite, al hablar de alguien, golpearse la frente con el extremo del dedo para indicar que es una persona aferrada a su sentir y a su propio juicio, o golpear con el dedo curvado la frente de otro para darle a entender que se tiene este parecer de él.
Es familiaridad mal vista que dos personas se froten o se golpeen la frente, aunque sea por juego, la una contra la otra. Esto no va con personas razonables.
Te puede interesar: Aquella urbanidad. Artículos históricos sobre la urbanidad
Es descortés fruncir las cejas; es signo de altivez. Es preciso tenerlas siempre extendidas. Elevarlas es signo de desprecio; bajarlas hacia los ojos, indica melancolía. No es conveniente llevarlas muy cortas, pues la buena educación pide que cubran la carne y que sean suficientemente aparentes.
El adorno más bello de las mejillas es el pudor que las enrojece, en una persona bien nacida, cuando se pronuncia en su presencia alguna palabra deshonesta, alguna mentira o maledicencia. Sólo los insolentes y los desvergonzados son capaces de mentir osadamente, o decir o hacer cualquier indecencia sin que sus mejillas enrojezcan.
No es cortés el mover demasiado las mejillas, o tenerlas demasiado apretadas. Lo es todavía menos el hincharlas, lo cual denota arrogancia o algún violento impulso de cólera.
Al comer hay que hacer de modo que las mejillas no se levanten, y es muy descortés comer a dos carrillos. Cuando esto sucede es señal de que se come con extrema avidez, lo que no puede ser efecto más que de una glotonería totalmente inmoderada.
"El adorno más bello de las mejillas es el pudor que las enrojece"
No hay que tocar nunca las mejillas propias, ni las ajenas, para halagarle. Es preciso guardarse bien de pellizcarlas, sea quien sea, aunque se trate de un niño: causa muy poca gracia.
Tampoco puede tomarse uno la libertad de tocar la mejilla, aun cuando no fuera más que por reír y a modo de juego; todas estas maneras son familiaridades que nunca están permitidas.
Abofetear a un hombre constituye una gran injuria. En el mundo se considera afrenta intolerable. El Evangelio aconseja sufrirla y quiere que los cristianos que procuran imitar a Jesucristo en su paciencia, estén dispuestos, y aun prestos, después de recibir una bofetada, a presentar la otra mejilla para recibir la segunda; pero prohíbe darlas. Sólo un grave acceso de cólera o un deseo de venganza puede impulsar a hacerlo.
Un hombre cuerdo no debe levantar nunca la mano contra otro. La urbanidad y la honestidad no se lo permiten, ni siquiera contra un criado.
-
1466
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
Es menester distinguir la maledicencia que descubre las inofensivas debilidades por el solo gusto de denigrar, de la otra que descubre delitos verdaderos que pueden ser dañosos al prójimo.
-
Hablar con otras personas requiere tener algunos conocimientos sobre cómo manejarse de forma correcta en una conversación
-
Si tenéis valor para hacer bien al que os ha hecho mal, respondo de vosotros; todas las demás virtudes os parecerán un juego.
-
La limpieza en los vestidos no es la única condición que nos impone el aseo: es necesario que cuidemos además de no llevarlos rotos ni ajados.
-
Comentario de Julia Valera sobre la obra de Erasmo de Rotterdam "De la urbanidad en las maneras de los niños" -De civilitate morum puerilium-.
-
Las diversiones son ejercicios a los que se puede dedicar algún tiempo durante el día, para descargar la mente de las ocupaciones serias
-
El que está dominado por los hábitos de la pulcritud y buena crianza se hace al mismo tiempo más sobrio, más arreglado, más pronto a cumplir con sus deberes.
-
La urbanidad prescribe que devolvamos las visitas a quien nos las hace, y que seamos los primeros en hacerlas a nuestros superiores
-
El trato frecuente con mujeres de edad es el que inspira aquella urbanidad, aquella elegancia de modales, tono y dulzura.
-
El respeto a Dios, a sus representantes en la tierra y el comportamiento ante los Ministros de la Iglesia.
-
Nunca hay que comenzar a jugar con una persona de rango muy superior sin que ella lo pida.
-
El aumento de los teatros, disminuyó el concurso de las tertulias particulares; quedando así una misma la necesidad de conversar, fue preciso ser menos escrupuloso en la admisión de nuevos miembros en las tertulias.