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La corbata. Modos de ponerse la corbata. Parte I.

Por la corbata se juzga al hombre, o permítasenos decir, que la corbata es todo el hombre.

Guía de Protocolo Diplomático. 1886
Se lee en 5 minutos.

La corbata se escoge y se anuda según la ocasión
Modos de ponerse una corbata según la Guía de Protocolo Diplomático. La corbata se escoge y se anuda según la ocasión

La corbata. Nudos de corbata para cada ocasión

La corbata es la parte más importante del vestido del hombre; ella es respecto al todo del vestido, lo que los ojos en una hermosa respecto a toda la cara. Debe, pues, ser el objeto del cuidado particular y de la atención más severa. Por la corbata se juzga al hombre, o permítasenos decir, que la corbata es todo el hombre.

Cosa superflua, es decir que debe ir siempre muy blanca, que ha de mudarse todos los días, y deben desecharse sin perdón alguno, aquellas que se han probado y manejado inútilmente.

Hay diferentes modos de ponerse la corbata. Se indicarán aquí los más usados.

Corbata a la americana.

Se dejan pendientes las dos extremidades de la corbata delante del cuello; después se toma una que se enlaza con la otra, y juntas las dos se levanta la primera hecho un nudo a mitad, y la otra punta se fija en lo bajo de la camisola, es decir, cerca de la cintura de los pantalones, dando al lazo y punta pequeña la gracia que se pueda.

Corbata para baile.

No se compone sino de dos pliegues laterales; pero debe abrazar el cuello en doble y fijarse delante por medio de un alfiler. Debe también cuidarse que su tamaño permita sujetarse a cada uno de los lados de los tirantes, haciendo que tenga dos o tres vueltas. De este modo, ni violenta los movimientos de la cabeza ni de los hombros, y aunque fija, se presta muy bien a todas las variaciones y posturas que necesariamente ha de hacer un individuo que baila o valsea.

Corbata a lo gastrónomo.

Para ponerse la corbata con este título, es necesario tomar cualquier tela de seda, algodón o lino que no esté engomada o almidonada, plegada con solo dos o tres dedos a lo más ancho, y ajustarla negligentemente en el cuello, reuniendo las dos puntas por delante y fijándolas con un nudo corredizo, dejando pendiente las dos puntas que no deben pasar de dos, tres o cuatro dedos de largo.

En el modo de hacer este nudo, por muy simple que sea, es en lo que consiste la perfección de esta corbata. El nudo debe ser tan flexible sin que esté flojo, que ceda y se preste al menor movimiento del cuello y de las mandíbulas, y aun al más ligero levante de la garganta, sobre todo en los que tengan la respiración corta o trabajosa.

Corbata de caza.

Se forma de dos pliegues paralelos de izquierda a derecha, que se cruzarán las más veces, como lo hemos indicado en la corbata de baile.

Corbata a la Groon.

Debe presentar la figura de una cascada, para cuyo efecto se hace un nudo sencillo, de donde salen dos extremidades pendientes, casi iguales aunque muy largas. La una de ellas se trae delante de manera que cubra enteramente el medio nudo, y luego se la despliega de forma que cubra el que quedó debajo, dándola toda la extensión de que sea susceptible su anchura. Su extremidad se fija en la camisa de modo que la cubra toda, y con este género de corbata se puede, en caso necesario, excusar la camisa.

Aunque todos los trajes parece que se han confundido, en el día la corbata ha conservado sus usos y su jerarquía. El oficial parece que se haya desairado sin corbata, el poeta lleva de medio lado una corbata matemática; solo el hombre de mundo sabe ponerse artísticamente su corbata, variando la gracia de ella de mil maneras y haciéndola armoniosa con el aire de su fisonomía y con el vestido que lleva. La corbata, así como todas las cosas terrenas, ha tenido su época de grandeza y de decadencia; pero podrá decirse que en ningún tiempo ha sido tan universal, tan variadas sus formas, y tan grande la importancia como en el día. El origen de la corbata se pierde en la noche de los tiempos. Todos los pueblos han gustado de este adorno que acompañando a la fisonomía la da un aire de gracia y de nobleza. Es cierto, que es grande la distancia desde el collarín a la batista engomada; pero su objeto y resultados son siempre los mismos. La corbata se lleva tanto por vestido como por adorno, y estamos por decir que de ella, más bien que de Júpiter, habló Ovidio cuando dijo:

"Os homini sublime dedir, eaelumque tuer?
Jussit, et erectos ad sidera tollers vultus
"

porque sola la corbata es la que obliga al hombre a llevar su cuerpo derecho y la cabeza levantada y con nobleza. No se sabía aún apreciar lo bastante la corbata en los tiempos góticos, contentándose con embrocar alrededor del cuello un pedazo angosto de muselina, y solo cuando cayó el reinado de las terribles pelucas ocurrieron los recursos inmensos que presentaba al genio la corbata simple y desprendida de todas las trabas. Entonces ya no era permitido entrar en el gran mundo y hablar de economía política, sin llevar una vara de muselina al pescuezo; pero como la exageración se entromete por donde quiera, bien pronto traspasó los límites del gusto y se vieron aquellas corbatas inmensas tituladas "a lo increíble", que ocultaban la mitad de la cara en pliegues ondulantes y bajo lazadas enormes.

El arte estaba todavía en su infancia; pero llegó el término de esta demagógica moda, vino el momento de la edad de oro, y se vio a la corbata como un nuevo Proteo sujetándose dócilmente a todos los caprichos de una imaginación vagamunda (vagabunda), y pudo en fin, recibir y conservar las formas más puras y variadas.

A la verdad, el primero que llegó a plegar una corbata engomada adelantó un paso a las luces e hizo más servicios que las sectas economistas y enciclopedistas juntas, obligando a todos los hombres a entregarse cada mañana a un cuarto de hora de meditación y combinación de cálculo para ponerse la corbata, y no puede menos de decirse que ha procurado dar un nuevo empleo al ingenio. ¿Y quién diría que el nombre de este grande hombre está aún todavía oculto a la gratitud pública?

 

Nota
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