
El trato de los superiores con los inferiores.
El porte de los superiores con los inferiores es parte de la cortesía, urbanidad y decencia del hombre.
El trato de los superiores con los inferiores.
Aquí pide el orden que manifestemos también el porte de los superiores con los inferiores, porque igualmente que el de éstos con aquéllos es parte de la cortesía, urbanidad y decencia del hombre. Es verdad que en algún modo es querer imponer la ley al que la da; mas no obstante , haremos aquí tales reflexiones, que desde luego nos prometemos podrán servir de regla al niño rico y acomodado en la edad crecida.
Siempre tendrá presente el superior que los pequeñuelos, los pobres y dependientes son formados de su misma masa, y tal vez adornados con mayor mérito; que así él como ellos están sujetos a las miserias de la vida y de la muerte; que debe tener caridad cristiana para honrar en sus personas la imagen de Dios, que es su padre; que fueron rescatados como él con la sangre de Jesucristo; que habiendo querido este señor santificar la pobreza, haciéndose pobre él mismo, tienen los infelices este privilegio más; que aunque le faltaran todos estos motivos debe ser bueno para ejemplo y modelo de sus domésticos, y cortés y atento con los demás.
Tenga siempre presente que no hay monstruo tan perjudicial como un superior descortés e impolítico; que todo el mundo le abandona y abomina, no respetándole sino por precisión o costumbre; que no siendo amado de nadie, está en el mundo lo mismo que sino estuviera; que la urbanidad es siempre, como hemos dicho, efecto de la modestia, derivada de la humildad, señal verdadera de la grandeza de alma, única prenda, que atrae el corazón de los hombres y se hace amar en todas partes; al paso que la ciega fortuna y la altivez son señales de la necesidad y de la pequeñez de entendimiento, y objetos del menosprecio de los que viven en sociedad.
No se olvide jamás que el superior puede ser urbano a poca cost a, porque con solo ser familiar y afable con sus inferiores pasará entre ellos por atento y cortés, y les obligará a que se sacrifiquen en su obsequio y servicio. Considere también, que los que nacen nobles y con una riqueza hereditaria, tienen, si obran bien, abierto el camino de todas las virtudes; pero que si lejos de esto se entregan a los vicios y a los desarreglos, son la afrenta de su linaje y los horrorosos Cíclopes de la humana naturaleza.
Jamás se aleje de su memoria que la virtud moral es el origen de la nobleza, y que no hay cosa más ridícula que desvanecerse con ésta para negarse a la práctica de aquella; no esté satisfecho de los méritos de sus antepasados, que son muertos y ajenos, sino para vivificarlos y apropiárselos a sí mismo por medio dei buen proceder y de la recta justicia; pues, de lo contrario, solo le servirán de vituperio. El superior que cumple prudentemente con sus obligaciones, siendo amigo sincero de sus iguales, protector de sus inferiores y padre de los pobres, es la delicia de su patria y el dueño de los corazones. Persuádase siempre a que la mayor nobleza y predominio consiste en el bien obrar.
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