El saludo. El joven rural. Parte primera
El no saludar en los pueblos es señal inequívoca de enemistad o incultura. El saludo no se le debe negar a nadie
El saludo es una muestra de cortesía que no debe faltar en nuestro día a día
Cada país, región, zona, ciudad o pueblo son distintos. Pocos pueblos en lo que se refiere a sus edificios, plazas y calles, son parecidos; esta diferencia se hace más notable en su trato social. En las costumbres y reglas de convivencia que suelen ser propias de cada lugar.
El tamaño de una población no es indicativos de sus buenas costumbres. Hay pueblos insignificantes, pero tan finos en su porte, que admiran al visitante, quien no puede menos de evocar tan grata impresión, cuando pronuncian su nombre. Cautivan sus buenos modales, su hospitalidad y el buen trato al visitante.
Es muy reconfortante y alentador ver a los jóvenes como al pasar el sacerdote, maestro, o personas distinguidas, inmediatamente manifiestan su atención y respeto, y si las circunstancias les obliga a saludar de cerca, lo hacen como lo haría la persona más culta y educada.
El no saludar en los pueblos es señal inequívoca de enemistad o incultura.
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En los pueblos, aldeas y pequeñas villas todo el mundo se conoce
En las localidades pequeñas, todos o casi todos nos conocemos. Solemos estar unidos por lazos de sangre. Por esta razón, podemos y debemos prestarnos mutua ayuda. El saludo es signo ordinario que no podemos negar, sin faltar a la ley de Cristo Nuestro Salvador.
Los hombres chapados a la antigua tienen por lema el "adiós no se niega a nadie". Partiendo de este principio, podemos establecer la siguiente regla: Sea quien fuese, en el pueblo, hay que saludar según costumbre. No se admite excepción; a los forasteros también se les dice adiós, buenos días; lo dirá primero el inferior; tratándose de forasteros, el de la localidad. De noche, como se está a media Iuz, no se acostumbra a saludar, a no ser familiares y amigos.
"Sea quien fuese, en el pueblo, hay que saludar según costumbre. No se admite excepción"
Con las personas con la que nos une una gran amistad, se relacionan sin atender a regla alguna -no quiere decir que no se respeten las reglas de cortesía-.
Pasa uno por la ventana, o puerta del amigo; sin mirar a más, se detiene, le saluda a voces desde la calle, y si llega el caso, traman conversación, uno dentro y otro fuera de la casa. Muchos llaman por la ventana a los que pasan desviados; otros, como si fueran pregoneros, vocean estrepitosamente. Estas cosas se hacen en los pueblos, sin llamar la atención; mejor sería no hacerlas.
Es imperdonable y señal de incultura, el llamarse por el apodo; desgraciadamente abunda esta costumbre, sobre todo en pueblos mayores; hay que desterrarla.
Al hablar del saludo nos referimos al saludo de personas que ya tiempo no vemos o personas de respeto a quienes estamos obligados.
El saludo. Es un testimonio de respeto o amistad
Dos clases de personas pueden entrar en el saludo: Distinguidas por la dignidad o posición, amigos y familiares.
¿Cómo se saluda a cada uno? Cuando saludamos a un Cardenal, Obispo, Gobernador, etcétera, nos descubriremos con la mano derecha, estando descubiertos hasta que el superior manda cubrir, que lo hará inmediatamente, si estamos en la calle. Al descubrirse, hará inclinación profunda. Cuando es un Obispo, hay quien hace una especie de genuflexión al besarle el anillo.
Se emplea de ordinario la siguiente formula (El saludo ordinario de los pueblos es: ¿Cómo está su Excelencia, Usía, etc.? No está mal): Eminentísimo, Excelentísimo, Ilustrísimo Señor Cardenal, Obispo, Marqués (lo que sea), tengo el alto honor de saludar a vuestra Excelencia, vuestra Señoría. Si tiene algún título la persona que saludamos, hay que expresarle. Si hay alguna confianza, se puede decir: "Tengo la satisfacción de saludar a V.E.". Si nos ofrece la mano, inmediatamente daremos la nuestra. Al despedirse, se usa la misma fórmula que al saludo: Excelentísimo, etc., he tenido el alto honor, la gran satisfacción de saludar a V.E.; se hace la misma inclinación y se retira.
Si saludamos a un amigo o igual, basta una simple inclinación de cabeza. De ordinario se da el apretón de manos , siempre con la derecha, usando la siguiente fórmula: ¿Cómo está usted? ¿Cómo estás?
No se puede decir: ¿Cómo le va a usted? Cuando es un amigo y muy conocido, y vuelve de su viaje, entonces puede emplearse: ¿Cómo te ha ido en tu viaje? El saludado responderá: Muy bien, gracias a Dios, y usted, o tú, ¿cómo estás?
- El saludo. El joven rural. Parte primera.
- El saludo. El joven rural. Parte segunda.
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