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De la mitad del mundo se está riendo de la otra mitad a ... No aguardar a ser sol que se pone.

No dependen las perfecciones de un solo agrado: tantos son los gustos como los rostros, y tan varios.

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101. La mitad del mundo se está riendo de la otra mitad, con necedad de todos. O todo es bueno, o todo es malo, según votos. Lo que éste sigue, el otro persigue. Insufrible necio el que quiere regular todo objeto por su concepto. No dependen las perfecciones de un solo agrado: tantos son los gustos como los rostros, y tan varios. No hay defecto sin afecto, ni se ha de desconfiar porque no agraden las cosas a algunos, que no faltarán otros que las aprecien; ni aun el aplauso de estos le sea materia al desvanecimiento, que otros lo condenarán. La norma de la verdadera satisfacción es la aprobación de los varones de reputación, y que tienen voto en aquel orden de cosas. No se vive de un voto solo, ni de un uso, ni de un siglo.

102. Estómago para grandes bocados de la fortuna. En el cuerpo de la prudencia no es la parte menos importante un gran buche, que de grandes partes se compone una gran capacidad. No se embaraza con las buenas dichas quien merece otras mayores; lo que es ahíto en unos es hambre en otros. Hay muchos que se les gasta cualquier muy importante manjar por la cortedad de su natural, no acostumbrado ni nacido para tan sublimes empleos; acedáseles el trato, y con los humos que se levantan de la postiza honra viene a desvanecérseles la cabeza. Corren gran peligro en los lugares altos, y no caben en sí porque no cabe en ellos la suerte. Muestre, pues, el varón grande que aún le quedan ensanches para cosas mayores, y huya con especial cuidado de todo lo que puede dar indicio de angosto corazón.

103. Cada uno la majestad en su modo. Sean todas las acciones, si no de un rey, dignas de tal, según su esfera; el proceder real, dentro de los límites de su cuerda suerte: sublimidad de acciones, remonte de pensamientos. Y en todas sus cosas represente un rey por méritos, cuando no por realidad, que la verdadera soberanía consiste en la entereza de costumbres; ni tendrá que envidiar a la grandeza quien pueda ser norma de ella. Especialmente a los allegados al trono pégueseles algo de la verdadera superioridad, participen antes de las prendas de la majestad que de las ceremonias de la vanidad, sin afectar lo imperfecto de la hinchazón, sino lo realzado de la sustancia.

104. Tener tomado el pulso a los empleos. Hay su variedad en ellos: magistral conocimiento, y que necesita de advertencia; piden unos valor y otros sutileza. Son más fáciles de manejar los que dependen de la rectitud, y más difíciles los que del artificio. Con un buen natural no es menester más para aquellos; para estos no basta toda la atención y desvelo. Trabajosa ocupación gobernar hombres, y más, locos o necios: doblado seso es menester para con quien no le tiene. Empleo intolerable el que pide todo un hombre, de horas contadas y la materia cierta; mejores son los libres de fastidio juntando la variedad con la gravedad, porque la alternación refresca el gusto. Los más autorizados son los que tienen menos, o más distante, la dependencia; y aquel es el peor que al fin hace sudar en la residencia humana y más en la divina.

105. No cansar. Suele ser pesado el hombre de un negocio, y el de un verbo. La brevedad es lisonjera, y más negociante; gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo. Más obran quintas esencias que fárragos; y es verdad común que hombre largo raras veces entendido, no tanto en lo material de la disposición cuanto en lo formal del discurso.

Hay hombres que sirven más de embarazo que de adorno del universo, alhajas perdidas que todos las desvían. Excuse el discreto el embarazar, y mucho menos a grandes personajes, que viven muy ocupados, y sería peor desazonar uno de ellos que todo lo restante del mundo. Lo bien dicho se dice presto.

106. No afectar la fortuna. Más ofende el ostentar la dignidad que la persona. Hacer del hombre es odioso, bastábale ser invidiado. La estimación se consigue menos cuanto se busca más; depende del respeto ajeno; y así no se la puede tomar uno, sino merecer la de los otros y aguardarla. Los empleos grandes piden autoridad ajustada a su ejercicio, sin la cual no pueden ejercerse dignamente. Conserve la que merece para cumplir con lo sustancial de sus obligaciones: no estrujarla, ayudarla sí, y todos los que hacen del hacendado en el empleo dan indicio de que no lo merecían, y que viene sobrepuesta la dignidad. Si se hubiere de valer, sea antes de lo eminente de sus prendas que de lo adventicio; que hasta un rey se ha de venerar más por la personal que por la extrínseca soberanía.

107. No mostrar satisfacción de sí. Viva ni descontento, que es poquedad, ni satisfecho, que es necedad. Nace la satisfacción en los más de ignorancia, y para en una felicidad necia, que, aunque entretiene el gusto, no mantiene el crédito. Como no alcanza las superlativas perfecciones en los otros, págase de cualquiera vulgar medianía en sí. Siempre fue útil, a más de cuerdo, el recelo, o para prevención de que salgan bien las cosas, o para consuelo cuando salieren mal; que no se le hace de nuevo el desaire de su suerte al que ya se lo temía. El mismo Homero dormita tal vez, y cae Alejandro de su estado y de su engaño. Dependen las cosas de muchas circunstancias; y la que triunfó en un puesto, y en tal ocasión, en otra se malogra; pero la incorregibilidad de lo necio está en que se convirtió en flor la más vana satisfacción, y va brotando siempre su semilla.

108. Atajo para ser persona: saberse ladear. Es muy eficaz el trato. Comunícanse las costumbres y los gustos. Pégase el genio, y aun el ingenio, sin sentir. Procure, pues, el pronto juntarse con el reportado; y así en los demás genios, con este conseguirá la templanza sin violencia: es gran destreza saberse atemperar. La alternación de contrariedades hermosea el universo y le sustenta, y si causa armonía en lo natural, mayor en lo moral. Válgase de esta política advertencia en la elección de familiares y de famulares, que con la comunicación de los extremos se ajustará un medio muy discreto.

109. No ser acriminador. Hay hombres de genio fiero, todo lo hacen delito, y no por pasión, sino por naturaleza. A todos condenan, a unos porque hicieron, a otros porque harán. Indica ánimo peor que cruel, que es vil, y acriminan con tal exageración, que de los átomos hacen vigas para sacar los ojos: cómitres en cada puesto, que hacen galera de lo que fuera Elisio; pero si media la pasión, de todo hacen extremos. Al contrario, la ingenuidad para todo halla salida, si no de intención, de inadvertencia.

110. No aguardar a ser sol que se pone. Máxima es de cuerdos dejar las cosas antes que los dejen. Sepa uno hacer triunfo del mismo fenecer; que tal vez el mismo sol, a buen lucir, suele retirarse a una nube porque no le vean caer, y deja en suspensión de si se puso o no se puso. Hurte el cuerpo a los ocasos para no reventar de desaires; no aguarde a que le vuelvan las espaldas, que le sepultarán vivo para el sentimiento, y muerto para la estimación. Jubila con tiempo el advertido al corredor caballo, y no aguarda a que, cayendo, levante la risa en medio la carrera. Rompa el espejo con tiempo y con astucia la belleza, y no con impaciencia después al ver su desengaño.

 

Nota
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