Deberes de la buena educación. Bailes, 'soirées' de baile. Consejos a los dueños de la casa.
El salón de baile debe ser grande, perfectamente iluminado, adornado de alfombras, de flores y objetos de arte.
Una gran "soirée" es una verdadera fiesta, y los dueños de la casa deben tener el mayor cuidado en que todo sea confortable, elegante, y aún espléndido. La iluminación exterior de la casa, debe anunciar desde luego una fiesta. El vestíbulo debe estar bien iluminado y cubierto de verdes arbustos a derecha e izquierda. Desde la escalera parte una alfombra que cubre sus pasos y sobre cuyas mesetas se deben encontrar laureles y naranjos en un cajón o maceta. Debe haber también una o más lunas o espejos para que los que llegan puedan dar una ojeada a su traje al pasar.
El salón de baile debe ser grande, perfectamente iluminado, adornado de alfombras, de flores y objetos de arte. Es del mejor gusto que una galería adornada de flores siga al salón o que al menos a uno de los extremos de éste haya un anfiteatro florido, o una especie de elegante parterre. Esta es una cuestión de pura localidad pero en todo caso la orquesta debe ser numerosa y escogida y alrededor del salón de baile se deben encontrar: primero, un salón de juego que debe tener mesas para ecarte, tresillo, etc.; segundo, un salón de conversación donde los que bailan y juegan puedan apartarse del movimiento y del ruido, debiendo colocarse en este sitio el buffet; tercero, una espaciosa sala donde se sirve la cena, si está en costumbre; cuarto, un guardarropas provisto de perchas donde se cuelguen los abrigos que debe recibir un criado dando una placa con el número igual al que deja sobre las ropas allí depositadas, pues el orden es un elemento de buen tono, como la amenidad y la molestia.
Con el local así preparado, los dueños deben velar aún sobre una porción de cosas. Si hay buffet debe procurarse que esté surtido con unos suntuosos postres, acompañados de teteras. Todas las fuentes deben estar constantemente provistas, debiendo haber alrededor de la mesa un cierto número de bandejas con cubiertos de postre y servilletas para el té. Varios criados deben estar destinados a este servicio.
Si hay cena, puede suprimirse perfectamente el buffet. Aquella se sirve generalmente sobre la una o las dos de la mañana y todos los platos se presentan a la vez sobre la mesa. Como no hay más que un servicio, exige esta clase de comidas la mayor previsión. La concurrencia suele ser demasiado numerosa para que puedan sentarse todos a la mesa, y como no es aceptable el que los caballeros estén de pie tras de las señoras, se ha adoptado otra disposición un poco menos molesta pero que no deja de ser desagradable. Primeramente se conduce a las señoras a la mesa y cuando son en gran número por tandas, y luego que estas han concluído vienen los caballeros del mismo modo.
Cualquiera que sea, por otra parte, el medio que se adopte en esta clase de convites, es preciso siempre hacer circular en el salón de baile, bandejas llenas de sorbetes y otras bebidas refrigerantes. Sobre este particular cabe hacer un sin número de observaciones respecto a la diligencia y esmero que los criados deben mostrar en este servicio. Cerca de los primeros criados que llevan las bebidas, deben marchar otros con bandejas desocupadas para recoger las copas que vayan tomando; otros deben llevar dulces y pastas delicadas marchando detrás de aquellos. Todas estas cosas, no dispensan de hacer circular al final ponches de varias clases.
Respecto a las bebidas heladas debe haber la mayor abundancia y variedad. Sobre las diversas bandejas deben aparecer sorbetes de vainilla, de rosa, de café y naranja, debiendo colocarse las copas sobre una concha graciosa de porcelana, acompañada de una cucharita de plata o dorada.
Sin descuidar estos mil cuidados que pesan en tales ocasiones, sobre los dueños de la casa, deben estos también procurar de que concurran a sus reuniones un gran número de jóvenes que estén en costumbre de bailar, para que las señoras tengan siempre pareja, pues en lo general, los hombres, están lejos de apreciar el baile en lo que las señoras, y mucho menos de ser tan infatigables como ellas.
La señora de la casa debe estar vestida con la mayor sencillez para dar ocasión de lucir su adorno a las demás; regla que se debe observar siempre por punto general, a no ser para los convites de hombres. Por su parte el dueño de la casa está dispuesto para dar el brazo a las señoras que vayan llegando y colocarlas en sus puestos, y una vez principiado el baile se ocupa de organizar las partidas de juego. Si por casualidad es aficionado al baile, debe invitar desde luego a la señora de más distinción y después a aquellas que no tuviesen caballero. También debe cuidar de ofrecer, de tiempo en tiempo, su brazo a las señoras notables por su clase o mérito para conducirlas al buffet, cruzar al través de los diferentes salones, o llevarlas adonde están las personas a quien conocen o tratan.
A su vez, la señora de la casa habla con las señoras que no han podido bailar y procura encontrarlas pareja sin herir su susceptibilidad; invita a aceptar los refrescos, recorre los diferentes salones y trata de consagrar alternativamente algunos instantes a todas las señoras a quienes debe dirigir la palabra con la más afable cordialidad. En caso de que haya cena, crecen aún más los deberes de los dueños de la casa, y la señora debe ir sucesivamente recorriendo los puestos de las personas de su sexo a quien hace los honores; honores bien difíciles, pues la mayor parte de las veces las señoras son desconocidas las unas para las otras. Generalmente, al entrar en la sala, las señoras ocupan el puesto que mejor las parece, pero toca no obstante a la señora de la casa, indicar con un gesto o acción a las personas de su elección el sitio que quiere que ocupen.
Sin convertir en turbulento el servicio debe activarlo cuanto sea posible.
En cuanto a su esposo, al ofrecer el brazo a la señora de más distinción, da la señal a los demás caballeros para que le secunden, y entonces todas las parejas se encaminan hacia la sala del banquete, y allí los caballeros saludan a las señoras volviéndose al salón de baile conducidos por el dueño de la casa, que debe procurar que la ausencia del bello sexo no perjudique al placer de la reunión .
Cuando llega el turno a los caballeros de sentarse a la mesa, marchan bajo la dirección del jefe de la casa, que debe colocarse en el centro para hacer los honores a sus convidados.
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