Anfitriones de vacaciones. El hotel perfecto. Visitas e invitados
Hay que tener cierta prudencia a la hora de invitar para no convertir nuestra residencia de vacaciones en un hotel
Anfitriones, sí; hosteleros, no. La visitas y las vacaciones
Con la llegada del buen tiempo, aunque no haya exclusividad en cuanto al clima para hacer una visita, surgen los viajes de vacaciones. Pueden ser viajes de un fin de semana, con motivo de puentes o fiestas consecutivas. También puede ser con motivo de esos días de vacaciones veraniegas que nos tomamos la mayoría de las personas para descansar. También pueden ser unos días en invierno para descansar o practicar algún deporte de invierno.
¿Cuál suele ser el objetivo de estos días de descanso?
En algunos casos, puede ser la visita a unos familiares o amigos. Aprovechamos ese tiempo libre para pasar unos días en compañía de personas cercanas a nosotros.
Aunque siempre es agradable recibir la visita de unos amigos o familiares, hay que tener cierta prudencia a la hora de invitar para no convertir nuestra residencia de vacaciones en un hotel. Si nuestra casa está situada en un lugar típico de vacaciones -un lugar con playa, un sitio con montaña u otros bellos parajes-, puede que sea el destino "preferido" de muchos de nuestros amigos y familiares. A quién no le gusta tener amigos o familiares con una casa en la playa o en la montaña.
¡Esta es vuestra casa!
Por educación es habitual ofrecer la casa a todos nuestros amigos, no sin pensar, en muchos casos, que las personas se tomarán al pie de la letra esta invitación. Si nos ocurre esto, seguramente podemos tener algún problema como anfitriones -salvo que vivamos en una mansión inmensa donde haya sitio para todos-.
Llegamos tal día. Hay que avisar
Las visitas que recibamos, incluso las de paso, deberían ser anunciadas con cierta antelación. No debemos dejar, ni admitir las visitas sorpresa -el famoso pasábamos por aquí...-. Pueden aparecer unos amigos o familiares el día que tenemos un almuerzo o una cena, o cualquier otro compromiso, tanto en casa como fuera. Aun así, siempre debemos estar preparados, pues la residencia de vacaciones suele ser el "blanco" de visitas de este tipo, y alguna de ellas, inesperadas.
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Si damos alojamiento como anfitriones a unos amigos o familiares, debemos colocar sábanas limpias en las habitaciones, una toalla limpia por invitado. Hay que dejar un armario o un espacio libre para que coloquen sus cosas y tener la habitación en perfectas condiciones, de habitabilidad y limpieza. Si tenemos un compromiso próximo, habrá que hacérselo saber -la llegada de unos amigos el fin de semana, por ejemplo-.
¿Qué ponemos para comer?
En cuanto al tema de la comida, si nos sorprenden de imprevisto, podemos salir del paso con unos pinchos o canapés, y algún que otro plato de sencilla preparación con alimentos que suele haber en cualquier casa: una ensalada, un poco de embutido, unos tacos, empanadillas, una tortilla de patatas, unos sandwiches o platos similares. Si el presupuesto lo permite, se puede encargar comida: una paella, algo de comida china, etcétera.
Si los anfitriones no cuentan con personal de servicio, los propios invitados deben ofrecerse a colaborar en las tareas de la casa, sin que se lo tengan que pedir los anfitriones.
Si estamos ausentes de nuestro domicilio, salvo en casos muy puntuales y de mucha confianza, no se deja la casa para alojar a los amigos o familiares. La falta de los anfitriones es motivo, más que suficiente, para no tomar compromiso alguno de dar alojamiento, ni los invitados deberían aceptarlo.
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Los anfitriones suelen ofrecer por educación, en algunos casos, que se prolongue la estancia. Los invitados, salvo excepciones, no deben aceptar. Hay un refrán popular que dice "las visitas como el pescado al tercer día huelen". Sin tomar el refrán al pie de la letra, las estancias largas pueden llegar a ser una molestia para los anfitriones
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