La urbanidad relativa a los deberes de la familia.
Fuera de las muestras ordinarias de deferencia que debemos prodigar a nuestros padres, existen otros testimonios particulares de los que nos ofrecerá ocasión el amor que les profesamos.
Hemos dicho que hay deberes de crianza relativos a la piedad y ahora añadimos que existen también deberes respectivos a la piedad filial, este otro culto, culto familiar hacia la divinidad quien nuestros padres representan sobre la tierra. Las más sublimes, las más tiernas enseñanzas de la religión y de la naturaleza se aunan para mandarnos, amar y honrar a aquellos de quien recibimos la vida. Creeríamos hacer una injuria a los lectores insistiendo sobre la necesidad de cumplir un deber comprendido por todos los espíritus rectos y hombres de buen corazón.
Ha prevalecido la costumbre de tutear a los padres. Esta muestra es de una gran confianza y de afectuoso descuido, no debe jamás degenerar en familiaridad ofensiva. Es preciso llegarse a hablarles con palabras respetuosas y amables a la vez; prevenirles en todos sus deseos; pedir su consejo; recibir sus reprensiones con sumisión; guardar silencio acerca de las faltas que puedan cometer; darles testimonio en todas las ocasiones de un vivo reconocimiento: en fin cualesquiera que puedan ser nuestras ventajas sobre ellos, es preciso olvidarlas y tratarles siempre como nuestros superiores, bienhechores y guias.
Fuera de las muestras ordinarias de deferencia que debemos prodigar a nuestros padres, existen otros testimonios particulares de los que nos ofrecerá ocasión el amor que les profesamos. En ciertas épocas, tales como el principio de año, cumpleaños o santo, debemos ofrecerles tiernas felicitaciones o ingeniosos presentes. La edad no debe dispensar de estas delicadas atenciones. Si tenéis algún premio o triunfo en las ciencias o en las artes dedicadlo a aquellos a quien debéis los beneficios de la educación.
Si estáis separados de vuestros padres escribidles con frecuencia y que vuestras cartas lleven el sello de una piadosa afeccion; no olvidéis muy particularmente a la conclusión el manifestarles los sentimientos de respeto y amor de que debéis estar animados.
En cuanto a lo que reclaman de nosotros los tíos, hermanos y primos sabréis cuales son los respetos y deberes que exige su consideración, sí conocéis que respetables y apreciables son los vínculos de familia: tendréis para con los unos una política respetuosa y para con los demás amigable. Merecerán en todas circunstancias vuestras primeras visitas y consideraciones; os identificaréis con todas las circunstancias felices o desgraciadas de su vida; les invitareis con preferencia a las fiestas y reuniones que tengan lugar en vuestra casa a menos que no se compongan de cierto número de vuestros amigos para quienes ellos sean completamente extraños. En ese caso tendréis cuidado de convidar únicamente a vuestros parientes en ciertas épocas a fin de probarles que no tenéis la intención de separarlos de vuestro trato. Podéis estar ligados mas íntimamente con alguna persona de vuestra familia y darles pruebas particulares de afecto; mas en estas reuniones haréis muy bien en absteneros de todo acto de preferencia.
Sin perjudicar en nada a la cordialidad, procuraréis tener algunas consideraciones más de etiqueta con vuestros parientes por afinidad a los cuales debéis, por otra parte, iguales miramientos que a los verdaderos parientes.
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