Marcar las distancias. Mantener el respeto.
Un desmadre que empieza en el trato y sigue hasta en las formas de vestir en los colegios, que no sólo es responsabilidad de los hijos, sino de los padres.
Uno, de pequeño, tenía una abuela en la ciudad y otra en el campo. A la de la ciudad la tratábamos de tú y la del campo exigía que se le tratara de usted. El niño, con seis años, no comprendía la exigencia de la abuela campesina y decidió castigarla no hablándole. Pero el respeto a una y otra siguió intacto.
Ya en la adolescencia tuve un maestro de vida y literatura, Domingo Pérez Minik, al que quise mucho y por el que fui querido, pero tanto yo como mis compañeros de generación lo tratamos siempre de usted y lo llamamos don Domingo. Los más jóvenes le quitaron el don y lo trataron de tú, pero no hubo entre ellos más cercanía al maestro que la que hubo entre nosotros ni le ofrecieron ellos menos respeto.
Cuando conocí al poeta Vicente Aleixandre y lo frecuenté, lo trataba de usted. Pasados los años, una buena tarde, al llegar a su casa, me dijo Vicente que aquel era un día importante para nosotros. Quise saber por qué y me anunció que a partir de ese día íbamos a apear el tratamiento. Vean la importancia que nuestros mayores le daban a estos rituales del trato y el conocimiento.
Como ven, estas experiencias personales que cuento son distintas, pero en ninguna de ellas el tratamiento supuso falta de cercanía y confianza. Las he recordado ahora porque el Defensor del Pueblo ha querido poner a los niños y a las niñas en su sitio, debido al desmadre de las aulas, y ha instado para ello a la recuperación del usted. Supongo que de niño a profesor y de profesor a niño.
No creo, sin embargo, que para estos usos sociales valgan las imposiciones por decreto, pero late en el fondo de esta recomendación una preocupación por la recuperación de las buenas maneras en cuya pérdida puede que esté parte de este desmadre en las aulas y fuera de ellas. Un desmadre que empieza en el trato y sigue hasta en las formas de vestir en los colegios, que no sólo es responsabilidad de los hijos, sino de los padres y hasta de los profesores que han descuidado la imagen respetable y acuden a clase sin afeitarse.
Pero que el trato no lo es todo lo pueden comprobar los chicos en los telediarios. Sus señorías se faltan al respeto en el Congreso de los Diputados tratándose escrupulosamente de usted. Y estaba acabando ya de escribir este artículo cuando escucho a un energúmeno denostar a gritos a una diputada que defendía la asignatura de Educación para la Ciudadanía. «Pequeña», llamó el ordinario misógino a la diputada. Por lo que se desprendió de aquel comportamiento no era pequeña la talla moral de la diputada catalana; la talla moral que expresó el diputado valenciano Martínez Pujalte sí que fue, otra vez, muy baja. A gente así, si se le trata, hay que tratarla de usted. Es preciso marcar las distancias.
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