
Privilegios de los Embajadores. Sus puestos en las ceremonias oficiales.
Etiqueta y ceremonial que se observa en la República Francesa en el ámbito diplomático.
Privilegios de los Embajadores, y puesto que ocupan en las ceremonias oficiales.
En todas las ceremonias religiosas o políticas a las que asiste el Cuerpo Diplomático, ocupa el primer puesto inmediatamente después del señor Presidente de la República, y de los Presidentes de las dos Cámaras.
Los Embajadores van a la cabeza del Cuerpo Diplomático, y no ceden el paso más que a los hijos y hermanos de Soberanos reinantes y a los Presidentes de las dos Cámaras.
En el teatro, corridas de caballos, grandes revistas y distribución de recompensas nacionales, los Embajadores están invitados a la tribuna, palco o pabellón reservado al Presidente de la República, y se sientan cerca de él antes del Ministro de Negocios Extranjeros.
En las comidas en el Palacio de la Presidencia, pasan antes del Ministro de Negocios Extranjeros, que a su vez pasa delante de los Enviados Extraordinarios y Ministros Plenipotenciarios.
Los Embajadores, en principio, así como los Agentes diplomáticos extranjeros en general, cuando quieren ser recibidos por el Presidente de la República, deben expresar su deseo al Ministro de Negocios Extranjeros, haciéndole saber el objeto de la audiencia.
Pero en Francia ha sido siempre regla general que los Embajadores, como gozan de una prerrogativa que nace naturalmente del carácter representativo excepcional de que se halla revestido, se presenta en casa del Jefe del Estado cuando lo juzga oportuno, sin decir nada al Ministro. Durante la monarquía, los Embajadores asistían al momento de levantarse el Rey de la cama, y a los círculos de Corte; durante el Imperio, iban los domingos a las Tullerías a la salida de misa; y cuando querían hablar al Emperador, se dirigían al Oficial de servicio, que les daba la hora de la audiencia privada de S.M.I.
Después del establecimiento de la República, van al Elíseo por la mañana de levita, cuando lo juzgan conveniente, y se dirigen al Secretario general, que les hace pasar en seguida al gabinete del Presidente; y es lo que hacen cuando quieren despedirse o cuando vuelven de sus viajes, y también si desean presentarle algún personaje político de su país, que está de paso en París.
Los demás diplomáticos no gozan naturalmente de este privilegio, y se dirigen siempre al Ministro de Negocios Extranjeros o al Introductor de Embajadores para obtener una audiencia presidencial.
Pero si la audiencia es para entregar Cartas de Gabinete, entonces el Embajador también se conforma a la costumbre de pedir una audiencia privada por conducto del Ministro de Negocios Extranjeros, entregándole la copia de estilo de la carta.
En este caso, la audiencia se anuncia en la Gaceta oficial.
Las Cartas-recredenciales es costumbre establecida desde el tiempo de Luis XVIII, que ha quedado siempre en vigor, el entregarlas en audiencia privada por la mañana, sin ceremonia alguna, esperando el Introductor en el Elíseo, para anunciarlo al señor Presidente.
Si durante el curso de su misión, el Diplomático tuviera que entregar nuevas Cartas-credenciales, la costumbre es recibirlo en audiencia privada; pero si desease lo contrario, el Presidente da orden de hacerle los honores correspondientes, pero como una excepción.
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