
Pasiones perjudiciales a nosotros mismos: el temor.
Antes de afligirnos de cualquier mal que creamos que nos amenaza, es menester que reflexionemos si es (verdaderamente) probable que semejante mal nos suceda.
De las pasiones que perjudican principalmente a nosotros mismos.
Temor.
El temor es respectivo a los males o a los peligros.
Muchas veces se afligen a los hombres, infinito, con vanas suposiciones o infundados temores, que después se desvanecen, y vienen a parar en nada. Así, antes de afligirnos de cualquier mal que creamos que nos amenaza, es menester que reflexionemos si es (verdaderamente) probable que semejante mal nos suceda, si ha de ser en breve, y si es inevitable.
Cuando lo hallemos poco probable, remoto o fácil de evitar en vez de afligirnos inútilmente, debemos procurar huirlo o precavernos contra él; y así cesará todo nuestro temor. Aunque sea próximo e inevitable, tampoco nos hemos de dejar abatir del temor, sino prevenir nos para sufrir el mal con valor, y disminuirlo por este medio cuanto sea posible.
En cuanto a los peligros debemos aplicarnos a distinguir los verdaderos de los aparentes , y los próximos de los remotos.
Todo hombre prudente debe temer los que fueren verdaderos y próximos , y evitarlos con el mayor cuidado; en lo que suelen faltar muy comúnmente los niños, exponiéndose, ya por inadvertencia, ya por capricho, a los más graves peligros, pagando (algunas veces) muy cara su temeridad.
Por lo que toca a los peligros aparentes o remotos, es debilidad temerlos. Hay muchos que tiemblan a la menor tronada, al menor nublado, como si hubiesen de llover en todas partes rayos sobre su cabeza. Pues si en tantas tronadas como hay a cada paso, son tan raros y tan pocos los que mueren de resulta de los rayos, ¿por qué se han de temer como un peligro próximo y cierto? ¿Y de qué sirve el temor sino de afligirnos inútilmente, sin apartar de modo alguno el riesgo?
"Los niños deben desechar el temor a los fantasmas, a las apariciones de los muertos, a las brujas y duendes"
Hay otros que tienen mucho miedo de embarcarse en los ríos y en los lagos por más tranquilas que estén sus aguas, como si hubiesen de irse a pique. ¿Y qué peligro pueden recelar en embarcarse de este modo, exceptuando el de alguna tempestad fácil de prever y de evitar? De lo que resulta que tal temor es absolutamente vano. Lo mismo debe decirse de otros muchos temores tan frívolos como estos.
Sobre todo deben los niños desechar con tiempo los ridículos miedos, que en su tierna edad les inspiran las viejas y las mujercillas; como son el temor a los fantasmas, a las apariciones de los muertos, a las brujas y duendes, y otras cosas semejantes, seguros de que si Dios permite alguna vez alguna aparición, como la de Samuel a Saúl, es un caso extraordinarísimo, y aún en éste no se debe temer al que se aparece, que nada nos puede hacer, sino a Dios que le envía; y que todas cuantas cosas se cuentan comúnmente en este particular, fuera de los tales lances raros, son otras tantas patrañas, como lo son sin excepción los duendes y compañía, que jamás han existido sino en la imaginación de los ignorantes.
-
6550
Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
Fraseología urbana para las principales ocurrencias de la vida social.
-
La ventanjas de la urbanidad, el despejo y la calidad del niño urbano.
-
El servicio de mesa es una cuestión importante a tener en cuenta en cualquier tipo de comida.
-
A los quince días del nacimiento se envían a los amigos las cartas comunicando la fausta nueva
-
Una relación de las acciones que deben evitarse en presencia de otra persona.
-
Características que deben tener las letras y la caligrafía para escribir de forma correcta y legible.
-
Los amigos grandes son para las grandes ocasiones. No se ha de emplear la confianza mucha en cosas pocas, que sería desperdicio de la gracia.
-
Las tertulias y encuentros amenizados por un músico u orquesta.
-
Las visitas en sociedad.
-
La educación de los hijos requiere emplear mucho tiempo para estar a su lado, haciéndoles ver lo que está bien y lo que está mal.
-
Algunos, dándose cuenta de su responsabilidad, cuando están en conversaciones más que frívolas, al acercarse los pequeños llaman la atención: "Cuidado, que hay ropa tendida".
-
Todos los principios son informes, y queda después la imaginación de aquella deformidad: la memoria de haberlo visto imperfecto no lo deja lograr acabado.