
Modo de conducirnos en el templo.
En un templo debemos mostrar un profundo respeto y recogimiento.
Del modo de conducirnos en el templo.
El templo es la casa del Señor, y por lo tanto, es necesario que guardemos en ella circunspección y respeto.
Mostremos, pues, un profundo recogimiento, y procuremos no distraer con ningún ruido la atención de las personas que elevan a Dios sus plegarias.
Cualquiera falta de decoro, es más imperdonable en el templo.
Jamás pretendamos penetrar por lugares que estén ya ocupados, y por los cuales no podamos pasar libremente. Guardémonos, en cuanto sea posible, de llevar con nosotros niños muy pequeños que puedan perturbar a los demás. Sobre todo evitemos llevar perros.
Dentro del templo no es lícito saludar a nadie desde lejos. como no sea con un ligero movimiento de cabeza, y cuando es de cerca, nunca se ha de saludar hablando, o por lo menos debe hacerse en voz muy baja.
Tampoco está bien rezar en alta voz. La vista ha de estar continuamente fija en el lugar en donde se celebren los oficios, y es muy feo mirar a todo el mundo, y sobre todo a las personas de diferente sexo.
No tomemos nunca asiento en la iglesia sin hacer una genuflexión hacia el altar mayor. En una mujer, sería grave falta sentarse sin haber permanecido algunos instantes arrodillada.
Al pasar por delante de un altar en que esté depositado el Santísimo Sacramento, haremos una genuflexión, e igualmente si pasamos por delante de un altar donde se esté celebrando el Santo Sacrificio de la Misa, y el sacerdote hubiera ya consagrado y no hubiese consumado.
En los sitios donde estén expuestas las efigies de los Santos, basta con hacer una inclinación en señal de reverencia.
Siempre que pase a nuestro lado un sacerdote revestido, que se dirija al altar, nos detendremos y le haremos una inclinación.
Cuando se anuncie el acto de la elevación en cualquier altar, nos arrodillaremos.
Para saber cuándo debemos hacerlo durante el curso de la Misa, tendremos presentes estas reglas:
- 1ª. Al principiar el celebrante el Introito, nos arrodillaremos hasta el acto del Evangelio, en que nos pondremos de pie.
- 2ª. Terminado el ofertorio, podremos sentarnos hasta que el celebrante diga Sanctus, en que volveremos a ponernos de pie.
- 3ª. Al inclinarse el celebrante para pronunciar las palabras de la consagración, nos pondremos de pie; y al acto de la bendición haremos una inclinación de reverencia.
Cuando asistamos a oficios fúnebres, conservaremos siempre la misma actitud que tomen los celebrantes en el coro.
Al salir del templo por la puerta principal, haremos una genuflexión al altar mayor.
Nada más indigno de un hombre culto, que elegir la casa de Dios para teatro de las pasiones mundanas; por lo tanto, se abstendrá de entrar en él con otro objeto que el de venerar a su Creador.
Muy reprensible es la costumbre que tienen algunos jóvenes de dar allí sus citas, y jamás serán imitados ni aplaudidos por las personas verdaderamente cultas.
También es muy reprensible el que se coloquen los caballeros en dos filas a la puerta de las iglesias donde se acaba de celebrar la Misa para ver salir a las señoras, pues sobre abochornarlas con su presencia, su objeto desdice de la santidad del sitio.
Cuando se llegue a un país extranjero y quiera visitarse una iglesia, no debe hacerse en horas dedicadas al culto.
Cuando visitemos en país extranjero un templo en donde se tributase a Dios un culto distinto del nuestro, debemos permanecer en él con veneración y respeto, por la tolerancia debida a los que nos acompañan.
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