
Lo que enseñaría a mi hija. Enseñar buenos modales
Tan pronto como supiera leer, la dejaría en libertad de leer todos los libros de la casa...
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Sugerencias para educar de forma apropiada a una hija
Aquella urbanidad
Si yo tuviera una hija, he aquí todo lo que te enseñaría. Primeramente, no dejaría de contestar a todas sus preguntas, por más numerosas que fueran, y en caso de que se olvidara de preguntarme algo, se lo recordaría yo mismo.
Tan pronto como supiera leer, la dejaría en libertad de leer todos los libros de la casa; considero que en un hogar normal, de personas honestas y de buenas costumbres, no puede haber nada pernicioso ni poco a propósito para la mente de una niña que no haya sido echada a perder por reprensiones y mistificaciones tontas y fuera de lugar.
Desde el primer despertar de su inteligencia, la obligaría a confiar y a depender de sí misma en cuanto al arreglo de sus libros y juguetes, de sus vestidos y de todo lo que le pertenezca, de acuerdo con su capacidad y habilidad progresivas.
Le explicaría la suprema necesidad que existe para todos de adquirir buenos modales y amabilidad en su modo de ser, especialmente hacia aquellas personas de más humilde condición que ella. Ya que es algo indudable y reconocido que el encanto es inapreciable para toda mujer, la induciría a que lo cultivara. Un hermoso rostro -si fuera ella tan feliz de poseerlo- significa mucho para las mujeres, pero el encanto es omnipotente. El encanto emana del carácter y, en consecuencia, deberá tratar de conseguir y desarrollar un carácter agradable. Puede ser que parezca un poco exagerado, o al menos pretencioso, el asegurar que una chica segura de sí misma y de buenas maneras, tenga ya un gran paso adelantado hacia la obtención de un carácter propio, independiente y agradable.
Apreciar el vestuario y saber elegir su ropa
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Cuando mi hija tuviera suficiente edad como pasa saber apreciar el valor de un hermoso traje, la persuadiría a ejercitar su buen gusto, ya que la manera de vestirse indica el grado de cultura y de inteligencia en una mujer, como también su individualidad.
Formación académica
Naturalmente que a su debido tiempo la mandaría a la escuela, para que, mediante el roce diario con sus compañeras, aprendiera a amoldarse al carácter de los demás; pero durante los días de fiesta y en las vacaciones trataría de neutralizar el efecto de la severidad de las maestras, haciéndole llevar vestidos más alegres y hermosos de lo que permite el reglamento escolar; debería ella entonces encontrarse y conversar con tantas personas como fuera posible, para acostumbrarse al trato de gentes y preservarla de ser una chica tímida, vergonzosa y cohibida.
En esta fase de su desarrollo intelectual le haría saber algo de las importantes cosas que una chica de esta generación debe conocer, es decir, que debe aprender a hablar corrientemente varios idiomas además del suyo propio; el inglés, el alemán y el francés, son muy necesarios en estos días de adelanto mundial en que los viajes están a la orden del día.
Y también que es imprescindible que se prepare a adoptar alguna ocupación o profesión, la que la habilite -más o menos a la edad de veinte o veintiún años- a bastarse a sí misma, y esto sin tener en cuenta si piensa casarse o no. Nada más lamentable en esta época, que una joven inútil en el sentido práctico de la palabra, que solo confíe en la fortuna de sus padres; y más lamentable aún, si éstos no la poseen.
Poca esperanza de seguridad y felicidad existe hoy en día para las chicas incompetentes y poco capaces; la vida es sin misericordia para éstas, y ningún joven de esta generación y ni aún de la siguiente, podrá permitirse el lujo de casarse con una chica que tan sólo representa un costoso parásito.
En consecuencia, toda chica que se proponga casarse con un joven que aún tenga que labrarse su posición, debe, "por lo menos", entender de cocina, del manejo de la casa, de atender enfermos y de cuidar niños.
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Esta generación de chicas tampoco puede esperar ni pretender -en el caso de que sigan alguna carrera- de que se la mantenga como por ejemplo, en los días de la juventud de sus madres. Las jóvenes de hoy reciben una educación mucho más amplia, más acabada, que las capacita para seguir las mismas carreras que los hombres; y ¡pobre de la chica que permanezca retrógrada o estacionaria en este sentido! No serviría sino para despertar la conmiseración y el poco aprecio de los demás.
Considerando todo esto, comprenderán que muy poca disposición hay entre los jóvenes por sacrificarse por ellas.
Y, por ultimo, y lo más importante, a mi modo de ver, le hablaría muy seriamente sobre el amor y el matrimonio. Le rogaría tratar de distinguir a conciencia sobre la clase de afectos que cree experimentar y que el amor en el matrimonio debe ser imperecedero. La haría comprender que la única base sólida para la felicidad conyugal es un profundo respeto y aprecio mutuos, aparte de las cuestiones amorosas.
Le diría que, aun en los matrimonios mejor iniciados, ambas partes deben saber sacrificar algo de su libertad, de esa libertad que algunas personas creen tan necesaria para su vida como el aire que respiran.
Y si sabiendo todo esto insistiera ella en querer casarse, le daria mi bendición y esperaría lo mejor. Y en cualquier caso yo confiaría en que, tratándose de una joven sana de cuerpo y espiritu, tendría suficiente sentido común para salvar del naufragio a su matrimonio, aunque todo no resultara según sus deseos y esperanzas.
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