El vestido correcto y la urbanidad.
Estar correctamente vestido en cualquier ocasión es fundamental para presentarse de forma correcta ante los demás.

Del vestido.
Si al salir de los brazos del reposo solo estuviéramos expuestos a la mirada penetrante del que todo lo ve, no tendríamos otros deberes que cumplir sino aquellos a que está obligada la criatura respecto de su Criador; pero muchas veces la voz de la amistad o de la solicitud nos llama y despierta, y cómo debemos parecer entonces a los ojos de nuestros semejantes, es preciso que la más rigurosa decencia nos acompañe, y que su delicadeza no se encuentre ofendida por ningún estilo.
Todos tenemos sin disputa el derecho de impedir la entrada en nuestro cuarto a los importunos; pero hay casos en que nos será imposible dejar de presentarnos a las personas que tienen negocios urgentes que tratar con nosotros. Conviene, pues, tomar de antemano las precauciones necesarias. La atención debe ser mucho más escrupulosa cuando se tienen conferencias con personas de distinto sexo.
Formaríase mal concepto del que pasase horas enteras consultando el espejo. El vestido debe ser adecuado a la calidad y a los medios de cada uno. Destiérrese el lujo y la afectación, pero consérvese la mayor limpieza. Esta se nota siempre en las personas que se aprecian a sí mismas, porque conocen su propia dignidad; al contrario el descuido en el vestido supone igual negligencia en los hábitos y en las costumbres. Los más plausibles pretextos no pueden en esta parte servir de excusa. Se destierra de la sociedad a esos enemigos de sí mismos que ofenden la vista con su desaseo y asquerosidad. La limpieza conserva la frescura y la salud que añaden tantas gracias a la hermosura. Por esto las mujeres deben poner en ello el mayor cuidado.
Sin ceñirnos rigurosamente a las modas, procuraremos en lo posible seguir los usos, que no falten a la honestidad y a la decadencia; no nos mostramos ridículos en los trajes. Nos vemos obligados a conformar nuestro gusto con el del mayor número. La sociedad exige de nosotros este sacrificio; nos permite desaprobar interiormente, pero quiere disponer de nuestro exterior.
-
6387

Aviso Los artículos "históricos" se publican a modo de referencia
Pueden contener conceptos y comportamientos anacrónicos con respecto a la sociedad actual. Protocolo.org no comparte necesariamente este contenido, que se publica, únicamente, a título informativo
Su opinión es importante.
Participe y aporte su visión sobre este artículo, o ayude a otros usuarios con su conocimiento.
-
Si pasa la noche con iguales, se porta con aquella urbanidad habitual que jamás debe abandonarle.
-
La avaricia se echa de ver, por donde quiera, pareciéndose al amor y a los celos.
-
No hay nadie que no deba tener como norma y práctica peinarse todos los días, y nunca hay que presentarse delante de cualquiera que sea con los pelos revueltos y sucios.
-
Reglas de urbanidad para niños y niñas en edad escolar.
-
Ya no tanto distinguen a los individuos los trajes, como la instrucción, la educación, el ingenio y los talentos acompañados de las gracias y elegancia.
-
En la antigua Roma, la sala en que se comía en los días festivos estaba alfombrada de lirios y rosas.
-
Para ser admitido en esas reuniones ya no fue necesario haber roto una lanza en honor de una princesa o de una dama, sino que bastó descender de ilustre y antigua cuna
-
Nunca se encarecerá bastante a los jóvenes el crédito y el descrédito que nos granjean los compañeros con quienes estamos más intimados.
-
El saludo siempre lo hará la persona menos importante un poquito antes de hallarse frente al superior
-
Hay personas tan llenas de sí mismas que siempre cuentan a aquellos con quienes conversan lo que han hecho, lo que hacen, y cuánto deben apreciarse todas sus palabras y todas sus acciones.
-
Por cortesía, se debe tener siempre la boca limpia, y para ello conviene lavarla todas las mañanas; pero no se debe hacer en la mesa o delante de otros
-
El orden que se debe observar para el lavado de las manos es el hacerlo según el rango que se tiene en la familia; o si se come en compañía, según el rango que se tenga entre los invitados



