
Cuestiones sobre la urbanidad. VI
La urbanidad y la civilidad para los jóvenes en unas simples cuestiones.
Cuestiones sobre la urbanidad.
El hombre fino, ¿qué ha de observar en el trato con las señoras?
Al pasar por una escalera con una señora o un mayor, ¿qué debemos hacer?
¿Cómo se portará Vd. al ser llamado a la mesa?
¿A quién corresponde hacer los honores de la mesa?
¿Qué actos religiosos es muy justo practicar antes y después de comer?
¿Qué defectos han de evitarse cuando se come?
¿Hay otras groserías de que debemos abstenernos en la mesa?
¿Qué reglas es preciso no perder de vista al comer?
¿Se limpiará Vd. los labios antes y después de beber?
Si alguno de los comensales nos regalare una fineza o brindare por nuestra salud, ¿qué nos exige entonces la cortesía?
Cuestiones sobre la urbanidad
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Llegados al término del viaje nada se deben los unos a los otros sino un saludo urbano, y algunos deseos lisonjeros.
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Cuanto menos están, los hombres ocupados en negocios propios, otro tanto quieren informarse de los ajenos.
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Las personas maleducadas no son bien vistas en sociedad y ni en cualquier otro ámbito,
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Siempre la juventud, en los pueblos, se ha divertido a sus anchas y pocas veces en sus juegos se han lamentado percances de importancia.
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La atención y el respeto en el café, al entrar y al salir.
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La costumbre de señalar un día para recibir es útil y necesaria. Nada hay más desagradable que dejar las ocupaciones para ir a una casa cuyos dueños están ausentes.
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Cuando se quiere dar o devolver alguna cosa a otros, hay que entregarla con prontitud.
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Hay que evitar en todo caso la soberbia, la avaricia, la obscenidad en las palabras y en los hechos, la ira o cólera, la gula, la envidia, la pereza o poco apego al trabajo...
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La mesa es uno de los lugares donde los niños deben prestar más atención a la hora de comportarse bien
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El porte de los superiores con los inferiores es parte de la cortesía, urbanidad y decencia del hombre.
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El conocimiento de algunos estilos es necesario, no precisamente para ser admitido en la sociedad de buen tono, sino para ser colocado en ella convenientemente.
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No hay cosa tan delicada como el carácter moral, y en nada debe ser uno tan interesado como en conservarle puro.