Las buenas maneras, en la enseñanza
"El Manual de Carreño" es una obra de consulta indispensable que debería ser regalada por la S.E.P. a alumnos, mentores, diputados, senadores y cuerpos de seguridad
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Junto a las buenas conciencias, muy cerca de las buenas costumbres, florecieron las buenas maneras. A falta de sangre azul y títulos nobiliarios, la burguesía desplazó a la aristocracia con formas educadas de andar por la vida. Para las clases pudientes latinoamericanas, rústicas pero en ascenso, el venezolano Manuel Antonio Carreño escribió, en el lejano 1853, un clásico que aborda a fondo esos toques de distinción que solían caracterizar a la gente bien de la peluza: Manual de Carreño . Urbanidad y buenas maneras.
Con rancio tono decimonónico, el libro buscó desde el principio convertir a las nacientes burguesías autóctonas y a las clases adláteres en ejemplo de educación y civilidad. Enseñaba todo cuanto se necesitaba para ingresar sin tropiezos a una recepción, un acto público o un funeral: desde asuntos de higiene elementales hasta qué hacer si uno encuentra un pelo o un bicho en la sopa mientras se está en casa de quien es nuestro anfitrión, pasando por cómo se deben comportar las niñas con los extraños o cómo acompañar a una señorita por la calle. En fin, esa clase de cosas que, desde luego, no interesan a los pelafustanes pero que siempre es bueno y, sobre todo, muy apropiado saber.
Todavía no hace mucho algunos padres lo tenían al lado de la Santa Biblia como un tesoro de la biblioteca familiar, si bien ya era motivo de un sinnúmero de chistes y burlas no solo por parecer anticuado sino quizás porque en un mundo tan grosero todos los consejos de Carreño se iban directamente a la basura para montones de gente bien y, con mayor razón, de los más corrientes.
Sin embargo, como es natural, hoy los más jóvenes no entienden cuando alguien menciona el Manual de Carreño . Pensando en ellos y, acaso, en lo mucho que se necesitan los buenos modales en el México bárbaro de nuestros días (desde que John Kenneth Turner lo definió así, al despuntar el siglo XX, no dejamos de esmerarnos en mantener y superar esa condición), los editores de Nueva Imagen han recuperado la edición de 1934, publicada por Patria, es decir, el texto íntegro, y han añadido algunas notas que ubican del mejor modo a los potenciales y necesitados lectores del siglo XXI.
El libro pretendió convertir a las nacientes burguesías autóctonas y a las clases adláteres en ejemplo de educación y civilidad
Todas las reglas de cortesía fundamentales figuran en este delicioso cuanto edificante volumen que sigue enseñando a la gente cómo comportarse en sociedad. En verdad es una obra de consulta indispensable que debería ser obsequiada por la S.E.P. (Secretaría de Estado Pública) -lo digo en serio- a todos los alumnos y mentores del país (particularmente a los de la sección 22), a nuestros representantes en la Cámara de Diputados y del Senado de la República, así como desde luego entre nuestros cuerpos de seguridad.
Aunque ya mencioné que la edición de Nueva Imagen viene suficientemente anotada, valdría la pena también alguna actualización del manual en por lo menos dos secciones que bien podrían denominarse "De cómo andar por la calle" y "Civilidad democrática".
La primera debería tener capítulos como "El conductor educado" (todo cuanto se necesita para no andar mentando madres ni ser ofendido en cada semáforo); "Derechos y deberes de los ciclistas" (o cómo desasnar a los que se trepan a dos ruedas y sienten que las calles son de ellos); "El peatón ideal" (nada que ver con el zombi que estorba la entrada y la salida del Metro y Metrobús; el analfabeto que ignora cualquier instrucción, especialmente las de cortesía hacia las mujeres, niños y ancianos); "Del uso de celulares" (lo obvio: no manejar usándolos; no comer con ellos al lado, salvo si se es reportero, doctor, secretario de Estado o policía; no poner el altavoz para hablar a los gritos y molestar a los demás, etcétera); "De las redes sociales" (no subir fotos inadecuadas, ninguna, de otra persona sin su consentimiento expreso; mensajes estúpidos o insultantes; intimidades que exhiban nuestras miserias, sentimentales e intelectuales).
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La segunda sección que la S.E.P. debe encargar con urgencia a distinguidas personalidades y estudiosos de la convivencia democrática, debe contener capítulos como el de "La conversación" (saber escuchar y saber decir, sin gritos, con respeto, lo que uno piensa; Benedetta Craveri dice que ahí reside la piedra angular de la sociedad plural y tolerante), y "El respeto al derecho ajeno" (un homenaje al Benemérito de las Américas, recordando lo abominable y violento que resulta ignorar los derechos de los otros, así sea en nombre de causas supuestamente justas, incluida la de los 43 de Ayotzinapa).
Entiendo que tras buena parte de la incivilidad que se manifiesta a la hora de las diferencias políticas, se encuentran no pocos problemas de educación básica. Y presumo también que lo más probable es que quien jamás se levanta para ceder el asiento a una señora en el transporte público sea el mismo que es capaz de golpear a quien piensa distinto. Pero es obvio que también están los patanes de cuello blanco, los encargados de representar eso que Andrés Calamaro llamó en uno de sus discos Alta suciedad. A todos ellos les vendrá bien esta nueva edición del Manual de Carreño y -espero respuesta, señor ministro- la que con urgencia debe preparar la S.E.P.
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