Buenas maneras en tertulias, funciones y diversiones
Ser bien educado en las relaciones con los demás es algo que debe aprender un niño en cuanto empieza a compartir su tiempo con otras personas
Reglas de etiqueta para espectáculos y otras diversiones
Aquella urbanidad
Un niño revoltoso incomoda en todas partes y merece pocas consideraciones; si le convidan al teatro u otra función, donde haya concurrencia, debe saber que todos desean participar del espectáculo, disgustándoles en extremo que neciamente se les interrumpa o moleste; por lo tanto debe evitar el hacer preguntas repetidas o inoportunas; moverse de uno a otro lado, privando la vista a los que estén situados a su espalda, y hacer ruido cuando la concurrencia guarda silencio.
El levantarse o sentarse a menudo, y entrar y salir sin necesidad, de una sala, aumenta la molestia y hace mirar con desagrado al que lo ejecuta.
Debe presentarse un joven con desembarazo, pero sin desvergüenza, en toda reunión, y cuando, por defecto del local, no abunden los asientos, no disputará por tenerle, y aun teniéndole, lo ofrecerá cortésmente a cualquier señora que carezca de él.
Esto no se entiende en el teatro o diversión donde se pague para disfrutarla; pero en estos puntos debe guardarse la mayor compustura, porque el público tiene derecho a no ser incomodado.
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Si en una reunión, alguno de los presentes cantase, tocase un instrumento, o se le obligase a practicar alguna habilidad y teniendo la desgracia de no desempeñarlo bien, será imprudente decir que lo ha hecho mal; un niño bien educado debe disimularlo y evitar humillar a nadie dando un voto grosero.
Si le ruegan que cante o toque, y sabe hacerlo, no se hará de rogar mucho para complacer a los concurrentes; pero, por seguro que esté de su habilidad, no debe por ello formar empeño en que se le oiga cuanto tiempo de le antoje.
En caso de que le consulten acerca de la función, procurará ser comedido en el parecer que diese, a fin de evitar que alguno de los presentes se disguste, o el dar un fallo injusto.
Ser moderado en toda conversación general, es conforme a los principios de urbanidad, y excusa muchas ocasiones de avergonzarse; hablando mucho, hay mucho peligro de errar; hablando poco y con juicio, no es fácil tener razón para arrepentirse.
Un niño que en una reunión cualquiera se presenta con grosería, es el blanco a que se dirige la crítica general, y todos los concurrentes tienen un gusto particular en hacerle jugar un papel ridículo; por lo mismo es preciso no olvidar cosa alguna, por minuciosa que sea, si se quiere siempre adquirir la reputación de bien educado.
Es grosería estar sentado cuando otros mayores están en pie; lo es el entrar sin saludar a todos generalmente y en particular a aquellas personas a quienes se debe mayor respeto.
No se debe ocupar un niño en componerse contínuamente el pelo, el corbatín o el vestido, y menos el morderse las uñas o romper la enea del asiento de las sillas, ni tampoco mirar y remirar las prendas de su traje, porque esto probaria vanidad, o que no está acostumbrado a llevarlas.
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Jamás ha de desmentir descortesmente, cortar la palabra, no estar atento si se la dirigen, o levantarse de repente de su asiento, cambiando de sitio cuando le estén hablando.
Si hubiese en la casa que visita algún motivo de sentimiento, sea por muerte, enfermedad u otra causa, debe todo niño guardar compostura, y dar a entender que toma parte en él, o cuando menos, que respeta el justo dolor de los demás.
Finalmente, ha de procurar ser amado por su fino porte, aseo exterior e interior, por su carácter veraz, su despejo sin charlatanismo, su modestia sin ridículo encojimiento, y por no valerse jamás de expresiones groseras ni indecentes.
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