Del aseo. Del aseo de nuestra habitación
La entrada de la casa, los corredores y el patio principal, son lugares que están a la vista de todo el que llega a nuestra puerta; y por tanto deben, inspeccionarse constantemente
El cuidado de la casa: la entrada, el patio principal y cualquier otra estancia de la casa deben estar en buenas condiciones
El cuidado de la casa según el manual de Carreño
Mantener en buen estado una casa puede tener varias ventajas. Una casa limpia y ordenada hace que sus moradores se sientan más cómodos y en un ambiente agradable. Además, un cuidado adecuado de la casa contribuye a dar una buena imagen ante las visitas que podamos recibir. Una casa bien mantenida también evita el deterioro tanto de sus estancias como de los enseres que hay en ella. Dedicar un poco de tiempo y esfuerzo al cuidado de la casa es una inversión valiosa, en cuanto a la imagen que proyectamos ante los demás como en la calidad de vida de las personas que la habitan.
1. De la misma manera que debemos atender constantemente el aseo en nuestra persona y en nuestros vestidos, así debemos poner un especial cuidado en que la casa que habitamos, sus muebles y todos los demás objetos que en ella se encierren permanezcan siempre en un estado de perfecta limpieza.
2. Este cuidado no debe dirigirse tan solo a los departamentos que habitualmente usamos: es necesario que se extienda a todo el edificio, sin exceptuar ninguna de sus partes, desde la puerta exterior hasta aquellos sitios menos frecuentados y que están menos a la vista de los extraños.
3. La entrada de la casa, los corredores y el patio principal, son lugares que están a la vista de todo el que llega a nuestra puerta; y, por tanto, deben inspeccionarse constantemente, a fin de impedir que en ningún momento se encuentren desaseados. Como generalmente se juzga de las cosas por su exterioridad, un ligero descuido en cualquiera de estos lugares, sería bastante para que se formase una idea desventajosa del estado de limpieza de los departamentos interiores, por más aseados que estos se encontrasen.
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4. La limpieza del piso contribuye en gran manera al lucimiento de los edificios, a la conservación de los muebles, y a ahuyentar los insectos y reptiles, cuya presencia es casi siempre un signo de suciedad y de incuria. Deben, pues, conservarse los suelos en perfecto aseo, sin exceptuar para esto los patios ni la cocina.
5. No hay ninguna habitación, ningún lugar de la casa, que no reclame nuestros más exquisitos cuidados en materia de aseo y limpieza; pero consideremos que si una pequeña falta puede alguna vez ser excusable en la parte interior, jamás lo será en la sala ni en los demás puntos de recibo. Una mancha en nuestros vestidos tomada en un asiento, podrá ser imputada a nuestros sirvientes; en los vestidos de un extraño, nos será siempre, y con razón, imputada a nosotros.
6. El aseo en las habitaciones no debe limitarse a los suelos y a los muebles: es necesario que los techos, las paredes, las puertas, las ventanas y todas las demás partes del edificio, permanezcan en estado de perenne limpieza.
7. En cuanto a los dormitorios y demás aposentos interiores, cuidemos además de que en ellos corra el aire libre, en todas las horas en que la necesidad no nos obligue a mantenerlos cerrados. Esta regla de aseo es al mismo tiempo una prescripción higiénica, por cuanto la ventilación de los aposentos contribuye en gran manera a la conservación de la salud. Nada debe sernos, por otra parte, más desagradable que un médico, o cualquiera otra persona a quien debemos dar entrada en ellos, tenga que pasar por la pena de echar de menos un ambiente puro.
8. Por esto al levantarnos, cuando nuestro dormitorio se encuentra impregnado de las exhalaciones de los cuerpos durante la noche, sin que hayan podido disiparse por la renovación del aire, debemos apresurarnos a abrir puertas y ventanas, previas las precauciones necesarias a la salud, y luego de que nos encontremos vestidos.
9. No mantengamos ni un instante en nuestro aposento ningún objeto que pueda producir un olor desagradable. Por el contrario, procuremos conservar siempre en él alguna cosa que lisonjee el olfato, con tal que sus exhalaciones no sean nocivas a la salud, y que la pongamos fuera para dormir. El calzado inútil, los vestidos destinados a ser lavados, las aguas que han servido a nuestro aseo, etc., etc., descomponen la atmósfera y producen olores ingratos, que tan mal se avienen con la decencia y el decoro, así como con las reglas higiénicas.
10. La ropa de nuestra cama debe estar siempre aseada. Nuestras circunstancias particulares nos indicarán siempre los períodos ordinarios en que debamos mudarlos; pero jamás aguardaremos a hacerlo por su estado de suciedad.
11. La cocina es una pieza en que luce muy especialmente el buen orden y la educación de una familia. Por lo mismo que en ella se ejecutan tantas operaciones que pueden fácilmente y a cada paso relajar el aseo, es más importante la supervigilancia que exige de las personas que dirigen la casa. Inconcebible es cómo el lugar destinado a preparar las viandas, se descuide a veces hasta el punto de que su aspecto produzca las más fuertes sensaciones de asco.
12. Tampoco están exceptuados el corral, el garage y las demás dependencias del orden y del aseo. Cuando estos lugares están llenos de basura y otras inmundicias, y sus paredes manchadas y deterioradas, difícil es que en el resto de la casa se encuentren observadas las reglas aquí establecidas.
13. Una familia delicada y culta no permite que la parte exterior de su casa se encuentre nunca desaseada. Como la calle puede perder instantáneamente su limpieza, por muchas causas que es excusado enumerar, se hace indispensable que cada cual examine con frecuencia el frente de su habitación a fin de hacerlo asear cada vez que sea necesario.
14. La cría de animales que no nos traen una utilidad reconocida, a más de ser generalmente un signo de la frivolidad de nuestro carácter, es un germen de desaseo, al cual tenemos que oponer un constante cuidado, que bien pudiéramos aplicar a objetos más importantes y más dignos de ocupar la atención y el tiempo de la gente civilizada.
15. Nada es, por otra parte, más incorrecto que el tener expuesta a una visita, a ser invadida por las caricias y retozos, y aun por la cólera de un animal, y a que haya de salir de nuestra casa con sus vestidos sucios, rotos o ajados, y acaso con una mordedura u otro accidente de este género que quebrante su salud. Cuando la necesidad nos obligue a conservar un animal, mantengámosle en lugar apartado, fuera de la Vista de las personas que nos visitan.
16. La puntual observancia de estas reglas, nos libertará asimismo de incurrir en la falta, altamente inexcusable, de devolver asquerosa y deteriorada la casa que se nos ha confiado, si es que vivimos en casa alquilada, como lo hacen las personas mal educadas, y que tienen la desgracia de ignorar todo lo que deben a la decencia y a su propio decoro.
17. Si hemos vivido como personas finas y delicadas, los que entren a habitar la casa que desocupamos, no necesitarán de asearla; y si hubieren de repararla, no será por cierto a consecuencia de daños que nosotros hayamos causado.
18. En el patio principal no se debe arrojar agua, aun cuando esta sea limpia, porque todo lo que interrumpe el color general del piso, lo desluce y hace mala impresión a la vista. Las personas mal educadas acostumbran arrojar en los patios el agua con el que lavan, y aun otros líquidos corruptibles o saturados de diversas sustancias colorantes, los cuales, a más de dejar duraderas manchas, producen mal olor, y en su evaporación obran directamente contra la salud.
19. El cuarto de baño debe estar siempre inmaculadamente limpio. Esto es muy fácil por los materiales especiales que entran actualmente en su construcción: loza, porcelana, materiales vinílicos, cromo, etc. Todos deben estar brillantes siempre.
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