I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. IV.
El penúltimo jalón en el camino. La generalización de la educación.
Pese a todo, ni la Ley de Instrucción Primaria de 1838 ni la posterior Ley Moyano de 1857 terminaron por dotar a la urbanidad del rango de asignatura autónoma aunque hicieron explícita su intención de que la misma constituyese un marco de referencia para la regulación de la conducta en las escuelas y un patrón que guiase el comportamiento del alumnado en el aprendizaje de otras asignaturas. No significa, pues, que no se tuviese en cuenta como contenido digno de ser aprendido a pesar de no figurar como asignatura en sí misma. Sucede que era un tipo de enseñanza transversal al resto de las disciplinas además de, como señalo, el marco conductual que regía el aprendizaje escolar. Aunque no se enseñase de un modo directo existían vías alternativas de acceso al aprendizaje de las buenas maneras. La más habitual de estas vías la constituían las cartillas de lectura.
La lectura era la actividad principal en torno a la cual se articulaba el grueso del trabajo escolar (Benso Calvo, 1997:64). A leer se aprendía a partir de diferentes cartillas que utilizaban en muchas ocasiones, como motivo temático, las buenas maneras. Al tiempo que se aprende a deletrear y a silabear se le proporcionaban al niño unos rudimentos básicos en lo concerniente a los modales (Nota: Ejemplo de esto que apunto es el Libro de Urbanidad y Cortesía para el uso de las escuelas de Antonio Cortés Moreno (1795, 5a edición). El autor, miembro de la Real Academia de Primera Educación y Revisor de Letras, elabora un manual de uso escolar en el que se aprende a leer a partir de las buenas maneras como motivo de lectura. Prueba de ello es que en amplias partes de la cartilla, refiriéndose a cuestiones como el aseo o la compostura en la mesa, las palabras aparecen divididas en sílabas como signo inequívoco de su utilización como herramienta de lectura. Véase más adelante una caracterización completa de esta obra así como su referencia bibliográfica).
Con todo, la presencia de la urbanidad y las buenas maneras no debe rastrearse exclusivamente atendiendo a textos y disposiciones legales. Pese a que el programa de contenidos era fijado por el Estado y aquél era teóricamente el que debía aplicarse, el programa 'real' de las escuelas, lo que en la práctica se enseñaba, dependía en gran medida de los contenidos que incluían los libros escolares utilizados en el día a día. El índice de estos libros proporciona una comprensión más ajustada de lo que se enseñaba en las escuelas (Benso Calvo, 1997:67) y muchos de estos libros incluían en sus páginas apartados dedicados a las buenas maneras. Es el caso de los libros de carácter enciclopédico que compendian saberes aptos para la infancia encontrándose entre tales saberes secciones dedicadas a las buenas maneras (Benso Calvo, 1997:67-68).
En definitiva, lo que trato de señalar es que aún no figurando la enseñanza de la urbanidad y las buenas maneras como asignatura autónoma, su presencia es constatable en la escuela como parece probar la existencia de cartillas de lectura u "obrillas enciclopédicas" que, determinando en gran medida el currículo escolar que en la práctica se aprendía en las escuelas, contemplan entre sus páginas secciones enteras dedicadas a las buenas maneras. Mas, junto a estas cartilla de lectura y compendios enciclopédicos figuran diversas publicaciones que también daban cabida a la enseñanza de las buenas maneras. Carmen Benso Calvo distingue de entre estas publicaciones cinco grandes tipos (Benso Calvo, 1997:87-95):
- Manuales de urbanidad como tales que hacen de las buenas maneras su contenido central. Se confeccionan a propósito para ello, son habitualmente escuetos y sintéticos y figuran con profusión en los listados de libros aprobados por el Estado como publicaciones aptas para su aprendizaje en la escuela.
- Pequeños compendios enciclopédicos de distintas asignaturas que contienen secciones dedicadas a las buenas maneras.
- Cartillas de lectura destinadas al silabeo y deletreo que toman frecuentemente como tema de lectura las buenas maneras desgranando consejos y preceptos que fijen el comportamiento infantil en diferentes escenarios sociales.
- Libros de Deberes o enseñanzas morales relativas al comportamiento individual y social.
- Textos de higiene y economía doméstica que aunque, en menor medida, también contemplan referencias a la deseabilidad de una conducta decorosa y pulida.
Todas estas publicaciones apelan básicamente a la misma metodología; esto es, el aprendizaje memorístico y la repetición. Aunque esta metodología podría ser complementada con llamadas a la imitación del comportamiento de personas distinguidas o del propio maestro, en términos generales se fía a la memoria y a la repetición el aprendizaje de las buenas maneras. Para ello, los contenidos pueden presentarse en forma de diálogos, de exposición de máximas, versificados, aderezados con historias y anécdotas o presentando conductas ejemplares de niños modelo para reforzar esa apuesta por la imitación como complemento de la memoria y la repetición (Benso Calvo, 1997:96-98).
El grueso de estas publicaciones aparece en el siglo XIX en consonancia con el empuje estatal a la educación y la preocupación paidológica existente. Mas muchas de ellas continuarán vigentes en pleno siglo XX; es decir, continúan reeditándose íntegramente o haciéndolo con ligeras adaptaciones o reformas. Además, de entre los aparecidos en el propio siglo XX, muchos serán los que continúen manteniendo la estructura y, lo que resulta más significativo, los contenidos que presentaban las publicaciones del siglo anterior (Benso Calvo, 1997:138). En lo substancial, la continuidad es evidente entre ambos siglos. Ya entrado el siglo XX, la urbanidad y las buenas maneras continúan haciendo acto de presencia en el currículo escolar en una medida similar a lo que acontecía en el siglo XIX; es decir, no tanto como materia substantiva y autónoma sino como contenido transversal a otras asignaturas (De Miguel, 1991:13).
3.1. Las buenas maneras más allá de la escuela.
Hasta ahora he venido tratando la cuestión de la enseñanza de las buenas maneras privilegiando el ámbito de la escuela como marco explicativo. No significa esto que dejen de confeccionarse publicaciones destinadas a los adultos que puedan ser leídas al margen del mundo escolar. De hecho, tales publicaciones siguen apareciendo pero con formas y estructuras un tanto diferentes a las que poseían las de naturaleza escolar y en alguna medida, a las publicaciones tradicionales sobre buenas maneras.
Conforme avanza el siglo XX, estas publicaciones irán adquiriendo una serie de caracteres específicos hasta llegar a nuestros días, de tal modo que en la actualidad, las obras que versan sobre buenas maneras poseen un carácter acusadamente instrumental ya que se conciben, fundamentalmente, como obras de referencia y consulta (Arditi, 1999:26). Como señala Jorge Arditi, la literatura sobre buenas maneras había poseído siempre un cierto estilo narrativo partiendo de un principio general acerca de la naturaleza humana -una concepción teórica del hombre- y desarrollando posteriormente, como una suerte de narración, preceptos y recomendaciones coherentes con dicha concepción. Sin embargo, a partir del siglo XX, esa narratividad y continuidad entre concepción y preceptos se debilita y así, las obras sobre buenas maneras adoptarán un carácter más fragmentario hasta convertirse en obras de referencia que pueden consultarse puntualmente en función de las necesidades del lector. Esto es, puede acudirse aleatoriamente a un capítulo concreto para consultar cuál debe ser, por ejemplo, la disposición correcta de los cubiertos en la mesa o la compostura que allí debe guardarse, siendo éste un capítulo cerrado en sí mismo que no guarda una conexión narrativa con el resto de los capítulos.
Así, el lector, consultando el índice del libro, podrá acudir selectivamente a las páginas que le interesan puesto que las cuestiones que van a tratarse se hallan sistematizadas y diferenciadas las unas de las otras. En los manuales tradicionales de buenas maneras, esta lectura selectiva se torna más complicada ya que las cuestiones no se hallan rigurosamente delimitadas y una misma cuestión puede ser expuesta entremezclada con otras de manera desigual dependiendo de la parte del libro que se considere. En las publicaciones del siglo XX, epígrafes y cuestiones se encuentran sistemáticamente demarcadas y de esta manera el lector puede moverse en el texto como le plazca, consultando aquello que le interesa sin necesidad de leer más de lo que puramente exceda de su interés. El ejemplo paradigmático de esto que aquí apunto son las enciclopedias de buenas maneras; en donde la narratividad es inexistente, la sistematización de las cuestiones, máxima, la delimitación entre temas, evidente y la posibilidad de una lectura aleatoria y selectiva, total. En nuestro país, destacan los cinco volúmenes que componen "El Arte del Saber Estar. Enciclopedia práctica de buenas maneras y protocolo" (Oviedo, Nobel, 1998).
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. I.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. II.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. III.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. IV.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. V.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. VI.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. VII.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. VIII.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. IX.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. X.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. XI.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. XII.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. XIII.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. XIV.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. XV.
- I. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN: El penúltimo jalón del camino. XVI.
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