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F. LA CORTESÍA MODERNA: Los modales en el inicio de la Edad Moderna. II.

Los modales en el inicio de la Edad Moderna. Cortesía Moderna.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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Tras Erasmo y Vives aparece la figura de Lucas Gracián Dantisco (1557-1600) y su Galateo Español, publicado en el año 1593. Gracián Dantisco, que formaría parte de la secretaría de lenguas y cifras de Felipe III, realiza aquí una adaptación del célebre manual Tratado de las costumbres de Giovanni Della Casa. El destinatario no es estrictamente el infante sino el adulto interesado en el conocimiento y práctica de las buenas maneras: la gente 'curiosa', el gentilhombre, el cortesano o el 'galateo' -expresión esta última que no se generalizó en España- cuyas cualidades se supeditan a lograr el agrado de los demás. Si en otros países europeos sí se efectuaron traducciones fidedignas, en España contamos con una adaptación que sigue en lo esencial el modelo italiano sin que ello signifique que no pueda hablarse de peculiaridades del texto español. Gracián Dantisco rebaja el tono humanista y la referencia a los clásicos de Della Casa y adapta con amplia libertad. Se muestra escasamente sensible a las referencias literarias cultas y añade apartados - sobre juegos, palabras afectadas, novelas, cuentos y poesías- no incluidos en el texto italiano.

El Galateo Español, desde el momento de su publicación, contó con numerosas reediciones: antes de que termine el siglo ya se había reeditado tres veces (1595, 1598 y 1599), nueve fueron las reediciones del siglo XVII (1601, 1603, 1607, 1616, 1621, 1632, 1637, 1664, 1680) y siete las del XVIII (1700, 1722, 1728, 1746, 1769, 1789, 1796) (Montandon, 1995:110-111). Por último, seis años más tarde que el Galateo Español aparece la obra Documentos de la Buena Crianza (1599) de Francisco de Ledesma. Está escrita en forma de coplas buscando con ello facilitar la memorización para que de esa manera resulte más sencilla la transmisión oral de los preceptos de buena conducta. En este caso sí que se orienta al niño como receptor, que aunando buena crianza y humildad, conseguirá iluminar su niñez. Crianza y humildad encubren las faltas y enseñan al niño a comportarse durante sus paseos, la comida y la misa. Su intención didáctica es complementada con salmos, romances y canciones que el niño puede memorizar. Cuenta con diferentes reediciones que llegan hasta el siglo XIX (1771, 1778, 1788, 1813, 1825, 1839, 1844, 1846) (Montandon, 1995:111, 134,148)

2. El imposible concepto de civilidad.

Norbert Elías denomina código de la civilidad al código de comportamiento que recorre el siglo XVI y primer tercio del siglo XVII. Esta denominación parte de una pequeña obra de Erasmo de Rotterdam: De la urbanidad en las maneras de los niños (Nota: El título original en latín es De civilitate morum puerilium). En este tratado sobre buenas maneras se exponen los preceptos básicos que componen este código que viene a sustituir al de la cortesía bajomedieval (Nota: Elías (1987:99-105) es quien señala la trascendencia de esta obra a la hora de ilustrar el cambio habido en las pautas de conducta entre el bajomedievo y el inicio de la Edad Moderna. Jacques Revel (2001) dedica en el volumen III de la Historia de la vida privada de Aries y Duby (2001) un capítulo, "Los usos de la civilidad", al estudio de la obra de Erasmo, analizando sus caracteres y repercusión. Son de consulta indicada también Bierlaire (1978), en donde se efectúa una detallada descripción de las ediciones y los lectores que tuvo esta obra de Erasmo, y De la Fontaine Verwey (1971), primer trabajo sobre el manual de Erasmo). El manual de Erasmo constituye un modelo de referencia y una fuente de inspiración para otros muchos autores que tras él se inician en la enseñanza del decoro, la compostura y los modales.

En los reinos hispánicos peninsulares, al código de comportamiento que atraviesa el siglo XVI y penetra en el XVII no puede llamársele de la civilidad. El de civilidad es un término que no logra imponerse en España y ante esto, persiste el uso del vocablo cortesía. La utilización del término cortesía no implica que los preceptos y contenidos que bajo este término se engloban sean los mismos que tuvieron vigencia durante el periodo bajomedieval. Antes bien, los contenidos experimentan cambios a lo largo del siglo XVI y parte del XVII en relación con los contenidos bajomedievales aunque la palabra que se emplee para englobarlos continúe siendo la misma. Esto es, los tratadistas hispanos asumen la preceptiva de la civilidad bajo una etiqueta distinta; en este caso, bajo la palabra cortesía. Insistimos en que se trata de una cuestión que sólo afecta a la etiqueta con la que designamos el código; una cuestión referida exclusivamente al modo de llamarlo.

De la urbanidad en las maneras de los niños es una obra, pese a estar escrita en latín, conocida y difundida entre la nobleza española (Nota: De la urbanidad en las maneras de los niños se inscribe en España en el marco de una sociedad lectora. Víctor Infantes (1999:33-42) habla de sociedad lectora una vez que a) una gran mayoría de la población sabía leer o como mínimo entender los caracteres que aparecían impresos en diferentes publicaciones, b) creció en este tiempo y de forma progresiva la producción de libros, c) surgen impresiones tipológicamente destinadas a una masa lectora general no diferenciada según el tema o la extensión de las obras y d) se incrementa la cantidad de impresiones "menores" (relaciones de sucesos, pliegos, edictos, informaciones, sermones, alegaciones...) que por su brevedad debieron facilitar la lectura de un número mayor de personas. Tal marco viene a contradecir el tópico del analfabetismo como elemento esencialmente caracterizador de este tiempo en lo relativo a la lectura, la escritura y la instrucción.

La calificación de la sociedad española del XVI como sociedad lectora la desarrolla Víctor Infantes en el capítulo "La educación, el libro y la lectura". El propio Víctor Infantes ratificó en su ponencia "Las primeras letras de la aristocracia renacentista (o la nobleza también sabía leer)" dentro del Seminario "Modelos de vida en la España del Siglo de Oro: el noble" (Madrid; Casa de Velázquez; 23-24 de abril de 2001) que los nobles españoles conocieron y leyeron el texto de Erasmo. Esta misma ratificación aparece por escrito en su capítulo "La educación, el libro y la lectura". Cfr. Infantes (1999:16). Sobre libros y lectores es pionero para España el trabajo de Chevalier (1976)). Mas su influjo fue quizá menor que en otros países europeos. Lo cierto es que este opúsculo de Erasmo aterriza en España cuando la ola erasmiana, que Marcel Bataillon sitúa entre 1527 y 1533, ya ha pasado (Nota: Según Marcel Bataillon (2000: 149-150, 158-161 y 167-170), a ningún país de Europa como a España llegó con más amplitud y potencia la obra de Erasmo. Sus obras fueron traducidas y leídas por letrados, humanistas y lectores en general cuyas inquietudes excedían lo literario y se aventuraban en lo especulativo y ensayístico. Pese a que sus obras estuvieron incluidas en el Índice Romano de libros heréticos prohibidos, la Inquisición española trató con moderación a Erasmo puesto que siempre anduvo más ávida de perseguir a los seguidores y simpatizantes de Lutero). Existen tres reimpresiones de la obra posteriores a esa ola: Valencia en 1544 y 1552, y en Barcelona, en el año 1568 (Nota: Así lo indica Julia Varela (1985:89) en su comentario a De la urbanidad en las maneras de los niños). Este retraso podría explicar en parte el no arraigo del término 'civilidad' en España: el texto de Erasmo que portaba este término -De la urbanidad en las maneras en los niños- fue reimpreso con posterioridad al momento álgido del erasmismo en España. Con todo no es ésta la razón principal que explicaría la falta de arraigo de dicho término.

Siguiendo a Margherita Morreale (1959:110-113), entiendo que los motivos que explican la falta de arraigo del término civilidad tienen menos que ver con esta obra de Erasmo que con otra, también crucial en el terreno de las buenas maneras: El Cortesano, de Baltasar de Castiglione (Castiglione, 1984). También El Cortesano portaba en sus páginas el término civilidad.

En esta obra, publicada en el año 1507, un conjunto de personajes conversa acerca de las cualidades que debe reunir el perfecto cortesano. El Cortesano tiene una acogida extraordinaria en España (Burke, 1998:75-76; 164-165). Juan Boscán lo traduce al castellano en el año 1534. A partir de esta traducción puede explicarse el porqué de la inexistencia en España de la civilidad como término que designe el código de comportamiento propio de esta época.

La palabra civilidad pertenece al campo semántico de la palabra ciudadano. Ciudadano aparece en español como traducción de la palabra latina civis. En español, ciudadano alude exclusivamente, en este tiempo, al habitante de la ciudad o al morador de reinos y pueblos; esto es, posee un sentido netamente topográfico y descriptivo. En modo alguno porta un ideal cívico-político como ocurre en el caso de Castiglione, quien a la hora de escribir, no puede sustraerse al influjo del humanismo cívico; tradición de pensamiento sociopolítico desarrollada por repúblicas italianas como Florencia, Génova o Venecia. En Italia, ciudadano trasciende lo topográfico-descriptivo y alude a un arquetipo de ser humano que se realiza a través de la participación política (Nota: Acerca del humanismo cívico son de consulta básica Pocock (2002), Skinner (1985,1986) y entre nosotros Béjar (2000)).

La civilidad, en el caso italiano, conectaría las buenas maneras como vehículo para lograr una sociabilidad pacífica, dinámica y participativa con la consecución del bien común en los asuntos públicos gracias a la participación política de los ciudadanos (Nota: La conexión entre las maneras que propugna la civilidad y el logro del bien común a través de una sociabilidad participativa es estudiada por Becker (1988) desde una perspectiva histórica para el caso de la Toscana italiana e Inglaterra. Esta misma conexión, aunque desde una óptica afín a la filosofía política es analizada por Shills (1997)). Por tanto, en Italia, la civilidad, aparte de referirse a una conducta correcta y decorosa atesora también una impronta política y cívica. De esta manera lo entiende Castiglione cuando escribe El Cortesano y emplea las palabras civilidad y ciudadano.

 

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