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C. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio. IX.

La civilización del comportamiento. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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En cuanto a Durkheim, Elias fija su atención en la explicación que aquel proporciona sobre la complejidad creciente de las sociedades en La división del trabajo social (Durkheim, 1995). En concreto, como señalaré más adelante (Nota: Véase el apartado 3. 2), Elias conceptualiza sus dos primeras leyes estructurales del proceso civilizatorio en términos inequívocamente durkheimianos. Dichas leyes estructurales permiten, de acuerdo con el esquema de Elias, el tránsito desde una conducta heterocontrolada hasta otra autocontrolada. Esas dos primeras leyes a las que aludo son el incremento de la especialización funcional y el incremento de la diferenciación social. Ambas son profusamente tratadas por Durkheim en su estudio sobre la naturaleza y funciones del trabajo social siendo tal tratamiento el que Elias toma en cuenta.

La división del trabajo social establece la distinción entre sociedades mecánicas y sociedades orgánicas (Nota: No realizo una lectura de primera mano del autor sino que sigo en esta breve exposición de la propuesta durkheimiana la autorizada lectura de Rodríguez Zúñiga (1995:xxvi-xxx)). La primera remite a un tipo de asociación humana que presenta una estructura social poco compleja así como una escasa o nula división del trabajo. En ella, la solidaridad es de cariz mecánico y así, creencias y sentimientos quedan regulados por la conciencia colectiva. Por tanto, la mínima o inexistente diferenciación promueve la realización de tareas similares por parte de los individuos al amparo de una conciencia colectiva que exclusivamente contempla semejanzas y no diferencias. La segunda remite a un tipo de asociación humana articulada en virtud de un número variable de funciones vinculadas entre sí mediante redes de cooperación. La diferenciación es consustancial a la sociedad orgánica y de ella nacen los grupos profesionales que penetran en todos los ámbitos de la vida a la vez que establecen un complejo sistema de relaciones entre ellos mismos. Estos dos tipos de sociedad son excluyentes entre sí (Nota: Dice Durkheim (1995:217): "La historia de estos dos tipos muestra, en efecto, que no ha progresado el uno sino a medida que retrocedía el otro"). Lo que interesa ahora es saber cómo se produce el paso de una sociedad mecánica a una orgánica.

Dicho paso viene mediado por el incremento del volumen y la densidad sociales (Rodríguez Zúñiga, 1995:xxviii). El volumen es una noción netamente cuantitativa que se centra en el número de individuos que componen el conjunto social. La densidad se desdobla en densidad material y densidad moral (Nota: Acerca de la interrelación entre densidad material y moral escribe Durkheim (1995:300): "La densidad moral no puede, pues, aumentarse sin que la densidad material aumente al mismo tiempo, y ésta puede servir para calcular aquélla. Es inútil, por lo demás, buscar quién ha determinado a la otra. Basta con hacer notar que son inseparables"). La densidad material consiste en la supresión de espacios vacíos entre individuos y segmentos de la sociedad. Muestras de tal densidad son, por ejemplo, ciudades más pobladas o la mejora de las vías de comunicación. La densidad moral apunta a los contactos inter-individuales. Su incremento significa una mayor y más intensa interacción social estando así los individuos más próximos y relacionados. A partir de las nociones de volumen y densidad se explica el proceso de tránsito de una sociedad mecánica a una orgánica (Nota: Cfr. Rodríguez Zúñiga (1995:xxix-xxx) para la exposición de modo esquemático de este tránsito).

En la sociedad mecánica, los segmentos de individuos que la conforman desarrollan tareas parecidas existiendo una distancia entre dichos segmentos que no hace viable la existencia de contactos. De este modo, se garantiza un equilibrio social que romperán el incremento del volumen y la densidad sociales. Este incremento implica la aproximación de segmentos y la competencia entre ellos. Para mantenerse, los grupos sociales están obligados a cambiar creando nuevas funciones que desempeñar y, por consiguiente, nuevas tareas que desarrollar. Se genera una mayor especialización y asimismo, una mayor división del trabajo. La creación de nuevas funciones diferenciadas requiere que sean admitidas nuevas formas de interacción entre los individuos. Estas nuevas formas de interacción, con su repercusión sobre la conciencia colectiva, inciden sobre la organización de la sociedad multiplicando la diferenciación social. Durkheim concluye que la división del trabajo presenta una doble dimensión material y moral. La dimensión material se manifiesta en la creación de funciones sociales novedosas. La dimensión moral surge al recalcar las diferencias entre individuos y la necesidad de nuevas modalidades de vinculación social entre ellos. Sólo así las sociedades experimentan una transformación en el sentido de una diferenciación e interdependencia crecientes.

Elias asume con sus dos primeras leyes estructurales del proceso civilizatorio el grueso de la argumentación durkheimiana en torno a la complejización creciente de la sociedad. La diferenciación progresiva de funciones conduce a que los individuos dependan de un número creciente de personas para la realización de determinadas actividades. La especialización funcional impide que el individuo resulte socialmente autosuficiente y, en consecuencia, se vea impelido a desarrollar vínculos -materiales y morales- con otros individuos. El incremento de la cantidad de individuos, el espesamiento de la interacción, las relaciones y los intercambios empujan a los individuos a ajustar su comportamiento a un número mayor de personas teniendo presente qué conductas son o no las adecuadas dentro de esta intensificación del ritmo de la vida social. De esta manera liga Elias la especialización funcional y el ajuste y cuidado del comportamiento a una variedad creciente de contactos y a niveles más elevados de interdependencia.

La explicación eliasiana sobre la génesis del Estado moderno bebe directamente de la teoría del Estado de Max Weber (Nota: Como ocurría en el caso de Durkheim, aclarar que no hago aquí una lectura de primera mano de Weber sino que construyo mi exposición a través de las autorizadas lecturas de Séller (1987) y Held (1989)). De ella toma los tres rasgos que substancialmente la definen: el monopolio de la violencia, el monopolio fiscal y el cuerpo administrativo. Asume Elias la definición weberiana de Estado basada en el monopolio de la coacción física legítima (Nota: Escribe Weber (1964:1056): " El estado es aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio [...] reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física legítima ") e ideas como la relevancia del cuerpo administrativo para el eficaz funcionamiento del monopolio; la dependencia del monopolista respecto a sus administradores y la separación que media entre los recursos materiales necesarios para la coacción y los administradores, que no poseen en propiedad tales recursos.

Caracterizado de este modo el Estado, tan solo Occidente tiene constancia del mismo en su versión moderna (Held, 1989:41). Las características que lo definen pueden hallarse también en Oriente si bien no llegaría a alcanzar el desarrollo manifestado en el mundo occidental (Held, 1989:41). Desde la perspectiva weberiana, no puede hablarse de Estado hasta que no hacen acto de presencia los rasgos definitorios esenciales que, como ya he señalado, son el monopolio de la violencia, el monopolio fiscal y el cuerpo administrativo que gestiona sendos monopolios. Por tanto, es difícil hablar de la existencia de un 'Estado medieval' ya que en la Edad Media, las funciones que el Estado reclama para sí se encuentran diseminadas entre diferentes depositarios (Heller, 1987:142): la Iglesia, la nobleza, los propietarios de las tierras, las ciudades... El poder central medieval atesora mínimas posibilidades inmediatas de dominación, repartidas éstas entre 'poderes locales' (Iglesia, nobleza, corporaciones) que se sustraen a la influencia y mando de dicho poder central. No existe, pues, una unidad de dominación sobre el territorio que sería la que permitiese hablar de Estado en sentido weberiano.

La aparición del Estado, tal y como lo caracteriza Weber, se produce de manera progresiva a partir del Renacimiento (Heller, 1987:145). Las disgregadas unidades políticas medievales van a convertirse paulatinamente en unidades de poder continuo que imponen a los habitantes de un territorio un deber de obediencia al orden jurídico que propugna el 'poder central'. Se concentran instrumentos de mando, militares, burocráticos y económicos para constituir una unidad de dominación estable y duradera.

 

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