Joaquín Martínez-Correcher, el "pacificador" del protocolo.
Joaquín Martínez-Correcher fue el encargado de cambiar las normas protocolarias durante la transición democrática.
El "pacificador" del protocolo.
Durante la dictadura, los actos institucionales que se celebraban en un ayuntamiento dejaban lo que ahora se podría considerar una curiosa estampa: para encontrar al alcalde del municipio había que dirigirse al extremo de la fotografía. La causa de esta curiosidad era la norma protocolaria que imperaba en la dictadura, que daba prioridad a los cargos nombrados frente a los electos y en la que había un marcado centralismo en la representación.
La llegada de la democracia supuso una revolución en la estructura de poder: nacían las autonomías y el Rey pasaba a ostentar la jefatura del Estado. Y todos esos cambios debían tener también un reflejo en los actos institucionales. Hacía falta un nuevo reglamento de protocolo. "España en 1975 era un caos en este sentido", recuerda el autor de la norma que vio la luz en 1983 y por la que todavía se rigen estos actos, el embajador de España Joaquín Martínez-Correcher, que ha asistido de forma activa a los cursos de La Granda.
La representación en actos institucionales, la colocación de las personalidades destacando su lugar en el Estado, es hoy una cuestión asumida que sólo suscita problemas cuando se desconoce la norma. Pero en la incipiente democracia española suscitó más de un problema. "Hubo dos recursos ante el Constitucional. Uno llegó de Cataluña y el otro del País Vasco. Pero el Tribunal fue claro en sus dos sentencias y ya no hubo más problemas", explica.
"La norma aprobada en 1983 fue la que puso la paz protocolaria en España"
La norma que le tocó redactar a Joaquín Martínez-Correcher, una tarea a la que el autor resta importancia, suponía poner de relieve los nuevos poderes públicos, lo que suscitó no pocas reticencias. " Para mí fue fácil, sólo había que aplicar la Constitución. Pero la norma daba importancia a las autonomías, que pasaban a estar delante del Estado cuando los actos se desarrollaban en su territorio. No obstante, esta norma fue la que puso la paz protocolaria en España. No ha vuelto a haber problemas", señala.
Entre los cambios que introdujo la nueva norma, que no hacía más que "reflejar la estructura del Estado", había un elemento que había que destacar por encima de todos. "La jefatura del Estado está en manos del Rey. La Casa Real preside todos los actos. Fue el presidente del Gobierno socialista de entonces, Felipe González, el que me sugirió que el Rey debía tener la máxima representación", recuerda Martínez-Correcher.
Embajador.
No fue este el único elemento que le unió a don Juan Carlos I. La carrera profesional de Joaquín Martínez-Correcher ha estado siempre ligada a la diplomacia. "Yo soy embajador del reino de España, porque a mí fue el Rey el que me nombró", señala.
Desde que comenzase esta carrera, de la que ya se ha jubilado conservando el máximo rango, ha pasado por infinidad de países: Perú, Chile, Marruecos, Italia o Bélgica son sólo algunos de ellos. "Esta es una profesión vocacional". Un periplo que le ha dado el bagaje suficiente para tener una visión de España que trasciende sus fronteras. "Nuestras relaciones internacionales están un poco difuminadas. Antes teníamos fuertes lazos con Iberoamérica y parte del mundo árabe", dice. Orgulloso de representar a España en el mundo, este hombre espigado y de voz pausada puede presumir también de haber sido el "pacificador" del protocolo en España.
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