
Negociar con mexicanos
Negociar con mexicanos puede resultar una tarea apasionante o tediosa, pero sea una u otra cosa, lo que está claro es que no deja indiferente a nadie, que se aventura en estas lides
Christian Frausto Bernal
Negociar en México. Cultura de los negocios
Generalidades
Negociar con mexicanos puede resultar una tarea apasionante o tediosa, pero sea una u otra cosa, lo que está claro es que no deja indiferente a nadie, que se aventura en estas lides.
Para el mexicano, al español le gusta la conversación y, si el momento lo permite, la esgrima con la palabra. Es rápido a la hora de pensar, seco en el tono y "golpiado" (brusco) cuando habla. En ocasiones, nuestra forma de hablar les apasiona, sobre todo al pronunciar la z y al rascar la j, pero en otras les escandaliza y sorprende por la dureza y formalidad del tono. Eso sí, según los mexicanos, la conversación entre españoles, a pesar de su apasionamiento, siempre concluye con final feliz.
La imagen que tienen los españoles de los mexicanos es muy distinta. Como muestra de nuestro individualismo, cada uno tiene la suya.
Todo depende de cómo le haya ido por México: si bien, lógicamente, la opinión será buena. Si le ha ido "como en feria" (expresión mexicana para decir que a uno las cosas no le han ido bien) entonces lo que comente de México y los mexicanos no será muy favorable.
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Sin embargo, si en algo coinciden todos los españoles es en la indecisión del mexicano y en su carácter incumplidor. La explicación la encuentra Octavio Paz en la lejanía en la que se mueve el mexicano del mundo y de sí mismo (Paz, 1994, p. 60). Esto es lo que explica el famoso y tan mexicano "ahorita", definido por unos como espacio de tiempo comprendido entre ahora y la eternidad.
Hay gente que, en un deseo de asimilarlo a nuestras expresiones, lo equipara al irónico "tomo nota". El matiz, en cambio, es distinto: el mexicano lo acabará haciendo porque para eso se ha comprometido pero -"¡ay, mi compadre!"- se le olvidó indicar la fecha. En el caso del español, la intención implícita es la de no mover un dedo.
Negociar con mexicanos es toda una aventura que merece la pena vivirse. Si se hace "de a de veras" puede ser una experiencia apasionante. Si uno se deja llevar, se da cuenta de que al final, lo que cuenta para el mexicano no es la negociación en sí, sino haber entablado una relación de amistad con su interlocutor para toda la vida y que se sellará con un buen caballito de tequila.
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