Del modo de conducirnos en diferentes lugares fuera de nuestra casa. Del modo de conducirnos en los viajes
Los viajes son una forma de aprender y enriquecerse con el conocimiento de otras culturas y de otras costumbres
Reglas de etiqueta y buenos modales para los viajes
Cómo comportarse de forma correcta en los viajes según el manual de Carreño
Los viajes nos ofrecen la oportunidad de conocer nuevos lugares y diferentes culturas. También es una ocasión para disfrutar de experiencias únicas. Pero es importante recordar que durante los viajes y en los destinos a los que vamos hay que conocer y respetar una serie de reglas de etiqueta y buenos modales que pueden ser distintas a las nuestras por su cultura y sus costumbres.
Tener un comportamiento adecuado en los viajes implica estar dispuesto a adaptarse a diferentes situaciones y entornos que puede ser diferentes a los nuestros. No debemos olvidar que "viajamos para aprender, no para enseñar". Siguiendo las reglas de etiqueta y protocolo en todo momento, no solo nos garantiza una experiencia de viaje más agradable y satisfactoria, sino que también demostramos un respeto hacia las culturas y las personas que hacen una manera diferente las cosas.
1. Todavía hace unos cuantos años, el emprender un viaje estaba considerado como una aventura, no tanto por los riesgos que ofrecían los caminos y las rutas marítimas, sino por la multitud de detalles y requisitos que había que llenar, antes de abordar los trenes o los barcos. Afortunadamente, los viajes se han simplificado grandemente, con la creación de las agencias, que no solo se ocupan de comprarnos los boletos y encargarse de nuestro equipaje, sino que nos apartan alojamientos en los hoteles, y procuran hacernos un placer de lo que antes constituía un sufrimiento.
2. Sin embargo, quienes desean hacer por ellos mismos sus planes de viaje, es muy conveniente que se procuren de antemano, antes de abordar los trenes, todos los datos relacionados con los itinerarios, los precios de los pasajes, los cambios de trenes, etc. Evitemos hasta donde sea posible las precipitaciones de última hora, y sobre todo, cuando hayamos de viajar en compañía de otras personas, no las hagamos esperar, si no que reunámonos con ellas a la hora señalada para emprender la marcha, evitando así trastornos y perjuicio a veces de importancia.
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3. Es un error imperdonable que los viajeros carguen con un cúmulo de maletas y baúles, ya que la práctica ha demostrado a quienes saben viajar, que entre menos equipaje se lleva, más cómoda y desahogadamente se va. Sin embargo, en ningún caso debemos prescindir de lo necesario, como son nuestros artículos de aseo personal, la indumentaria indispensable y suficiente para andar siempre limpios, y para presentarnos correctamente en todas partes y a toda hora.
4. La viajera elegante, dice Miss Eichler, reconocida autoridad sobre la materia, cuyas interesantes sugestiones interpretamos abreviándolas, no se echa encima la carga de una gran cantidad de vestidos, que forzosamente representan un equipaje considerable, sino que astutamente planea su guardarropa en la forma siguiente: una chaqueta estilo sastre para cambiar el aspecto del vestido, unos o dos vestidos de noche adornados con chaquira y lentejuelas, dos o tres faldas y otras tantas blusas para combinarlas, consiguiendo así cambiar aparentemente la indumentaria, aunque en el fondo sea la misma. Efectivamente, se trata de un guardarropa compacto, al mismo tiempo que interesante.
5. Además, actualmente en casi todas las ciudades de cierta importancia del mundo, el guardarropa puede reponerse. No importa que el viaje sea corto o largo, debemos llevar la menor cantidad posible de ropa. Es muy conveniente dejar los objetos de valor en casa. Igualmente, resulta ventajoso llevar la mayor parte de nuestro dinero en cheques para viajeros o en cartas de crédito contra instituciones de crédito, no dejando en el bolsillo, sino las cantidades indispensables para hacer frente a los pequeños gastos de urgencia.
6. El viajero bien educado se caracteriza por su bondad fraternal hacia todos, y por su marcada camaradería. Cuando viaja en el tren, no trata jamás de invadir los derechos de los demás, ni de hacerse notable en ninguna forma, y sus modales son tan impecables como si se hallara en una sala de recibo.
7. Por ejemplo, el buen viajero no coloca jamás su equipaje en manera tal que estorbe el paso, ni corre a escoger el mejor asiento, ni exige mayores servicios que a los que tiene derecho, ni están abriendo o cerrando las ventanillas sin antes consultar a su vecino, que pudiera incomodarse o molestarse. Si alguna señora no puede abrir o cerrar su ventanilla, se ofrece a servirla, caballerosamente y sin ostentación, dejando allí todo, y sin obligarla a que trabe conversación con él en lo sucesivo.
8. Los niños bien educados permanecen en sus asientos casi durante todo el viaje, y las madres conscientes llevan para los chiquitines algo con que se entretengan. Es de muy mal gusto dejar que los niños anden corriendo por los pasillos, que jueguen ruidosamente molestando a los demás pasajeros, que coman de continuo, y que hagan frecuentes viajes a los lavabos. Las madres deben agradecer las atenciones dispensadas a sus hijos, pero deben evitar hasta donde sea posible y sin grosería que los agasajen o los mimen los desconocidos.
9. Cortesía, compostura y consideraciones hacia los demás, son las tres características que distinguen a la mujer que sabe viajar; la que no, se pone a discutir con los mozos acerca del equipaje, con el camarero sobre la comida, y con los demás pasajeros acerca del abrir y cerrar ventanillas. La experiencia le ha enseñado que solo así podrá disfrutar del viaje, manifestándose, en toda ocasión, agradable y reposada.
10. Entre los placeres de viajar se cuentan los nuevos amigos que se hacen y los conocidos con quien contemporizamos. La condición de viajar casi codo con codo durante horas y horas, permite cierto grado de cordialidad entre los viajeros, quedando dispensada en tales casos la ceremonia de la presentación, indispensable bajo circunstancias comunes y corrientes.
11. La señora que viaja sola, como muchos acostumbran ahora a hacerlo, no debe cohibirse de entablar plática con el caballero que atentamente insinúa su amistad. Probablemente, el hombre, tanto como la mujer, ya se fastidió con el pasaje, con sus propios pensamientos; se siente algo solitario y nostálgico, y tanto él como ella disfrutarán de un intercambio de opiniones, ideas, impresiones y recuerdos.
12. Pero no es correcto, ni está permitido, bajo ninguna circunstancia, que la mujer que viaja sola deje que el caballero desconocido pague su cuenta en el coche comedor, o de en lugar de aquella propinas a los mozos. En los viajes largos, de dos o tres días, y para finalizar la jornada, puede aceptar una invitación a comer, si no ha descubierto nada censurable en la conducta del recién conocido, y si las intenciones de este no son aviesas.
13. Por regla general, debemos evitar intimidades, pero tenemos la obligación de ser atentos y corteses con nuestros compañeros de viaje. Las jovencitas solteras, por ejemplo, debe tratar cautelosamente a los demás pasajeros, y jamás aceptar invitación de hombre o mujer desconocidos, especialmente una vez abandonado el tren.
14. Los coches dormitorios, sigue diciendo Miss Eichler, se hicieron para cubrir una necesidad, no para proporcionar las comodidades que tenemos en nuestros propios hogares. Queremos llegar a un determinado lugar sin perder una noche, y el coche dormitorio resuelve el problema. No debemos, por lo tanto, quejarnos de las incomodidades.
15. De conformidad con una costumbre establecida desde hace muchos años, quien contrató la cama baja tiene derecho al asiento que mira enfrente. Si una señora no ha podido conseguir cama baja, el caballero debe cederla la suya. Queda a discreción de la interesada aceptar o no el ofrecimiento.
16. Cuando estamos dispuestos a meternos en la cama llamamos al mozo para que haga aquella. En ciertas ocasiones hay muchos pasajeros, y el mozo tarda más de lo que desearíamos. No debemos encendernos de ira en tales casos, para no señalarnos como novatos en el viajar y faltos de educación. Un viajero verdaderamente correcto consulta con su compañero de viaje antes de ordenar que le hagan la cama.
17. El buen viajero tiene siempre precaución de llevar dos maletas en el coche dormitorio; una amplia y floja para las ropas de dormir, y otra pequeña para los artículos de tocador, los pañuelos, etc. Los vestidores de los coches dormitorios son muy pequeños, de tal manera que el viajero se desviste parcialmente en su cama. No debemos permanecer mucho tiempo en los vestidores después de asearnos, y se dejan limpios y aseados para el pasajero que nos sigue.
18. No cabe duda que es un mal muy grande el que se persigue dando propinas a los criados en los trenes, barcos y hoteles, pero la costumbre se ha generalizado tanto, que la costumbre no desaparecerá hasta que las empresas de transportes y los hoteleros eleven lo suficientemente los jornales de sus sirvientes, prohibiéndoles aceptar propinas. Entre tanto, debemos gratificar a quienes no sirvieron en el trayecto. El portero y el mesero merecen sus propinas, en proporción a la duración del viaje y el consumo hecho, respectivamente. Hay que tomar también en cuenta a los niños que viajan con nosotros, porque estos dieron a los criados mayores molestias que nosotros mismos.
19. Es una costumbre muy buena, telegrafiar a los hoteles en donde pensamos detenernos, por anticipado, para que nos aparten alojamiento. La mujer que viaja sola, debe entrar directamente a la administración, anotar su nombre y procedencia, y seguir al mozo al cuarto quela hayan asignado, sin detenerse a haraganear en el vestíbulo. Así mismo, la mujer sola debe llegar siempre con equipaje a un hotel, aunque sea una maleta pequeña, no importa que nada más vaya a pasar la noche allí.
20. En los grandes hoteles hay la costumbre de vestirse los huéspedes con indumentaria especial para cenas, pero en los hoteles de segunda y tercera categoría, el traje de la tarde no es mal visto en el comedor. Por la noche no llevan sombreros las mujeres, pero en el día no deben desprenderse de ellos cuando vayan a restaurantes u otros lugares públicos.
21. Por ningún motivo, la mujer que viaja sola debe recibir hombres en su alojamiento del hotel, aunque tenga salita. Las visitas masculinas las recibirá en la sala general del establecimiento, si quiere que la respeten los desconocidos, y que su reputación no sufra al caer en las lenguas de los maldicientes.
22. Hay que recabar todos los datos necesarios en las compañías navieras antes de embarcarse, lo mismo que los pasaportes en los Ministerios de Relaciones y Consulados respectivos. Hay que pegar, así mismo, en los baúles y las maletas, etiquetas con el nombre del pasajero, del barco y el número de camarote.
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23. Es costumbre que los baúles estén en los muelles un día antes de zarpar el barco. Las maletas se llevan directamente a aquél el día de la salida. No está por demás asegurar el equipaje contra posibles robos y daños. Igualmente, es muy prudente arreglar con los mayordomos de a bordo lo relativo al baño personal, los alimentos y la colocación de sillas de extensión en las cubiertas.
24. A bordo de la embarcación, deben observarse ciertas reglas, como por ejemplo: no entrar en el comedor y sentarnos donde nos da la gana, como hacemos en los coches comedores, sino esperar a que nos designen el lugar que considere el mayordomo nos corresponde.
25. Los pasajeros conscientes y educados, no están más que en sus camarotes, en los salones, en las cantinas y en las cubiertas destinadas para el pasaje. Hay ciertas partes del barco en donde nadie debe de entrar, sino los miembros de la dotación, y el pasajero indiscreto y curioso, llega muchas veces a ocasionar desgracias con sus impertinencias, y poner en peligro la vida de todos los de a bordo.
26. Cuando se viaja con niños, una persona debe acompañarlos constantemente, no separándose de aquellos para evitar que caigan al mar, o para que no les acontezcan cualesquiera otras desgracias. La mujer que viaja sola no debe permancer sobre cubierta, si se reputa como persona decente, después de las doce de la noche, salvo ocasiones en las que se celebren fiestas generales.
27. Quienes han viajado bastante, saben de antemano que en el mar, ya que se vive prácticamente en familia, se desechan formalidades tales como las introducciones para ponernos a platicar con nuestros compañeros de viaje, y que muchas veces improvisamos amistades y discusiones con personas con quienes horas antes ni soñábamos siquiera. Pero debemos, también, tomar nuestras precauciones, poniendo en juego el sentido común para no aparecer demasiado obsequioso con los desconocidos, sin llegar a las intimidades, especialmente en lo que se refiere a los otros y a nuestras familias.
28. Las mujeres que viajan solas no deben asistir solas a los bailes que se den a bordo, sino procurarse de antemano una amiga o conocida para que ambas se acompañen. De todos modos, nadie obliga a la señora o señorita que viaja sola, a bailar con alguien cuyo comportamiento no le parezca decente.
29. Poco antes de atracar el barco, debemos despedirnos cordialmente de aquellos con quienes hicimos amistad, para evitar confusiones que casi siempre resultan a última hora. Si es prudente, puede establecerse un intercambio de tarjetas personales. Lo mismo que se acostumbra en los trenes, es deber de humanidad poner cortas cantidades de dinero, a guisa de gratificación, en manos de quienes nos sirvieron durante el viaje.
30. Los últimos años han sido testigos del desarrollo tremendo alcanzado por la aviación en el mundo entero. Millones de personas vuelan, actualmente, por todos los continentes, siendo de notarse que, cuando menos, la tercera parte de los viajeros son mujeres. Y, como ha sucedido con todos los inventos que alcanzan a las masas, también en los aeroplanos se han establecido reglas que se refieren a todos los que viajan en aeroplano, o intentan hacerlo.
31. Por ejemplo, resulta inconveniente que los pasajeros se paren cerca del aeroplano cuando este se halla ejecutando maniobras. Aun en los grandes transportes, el espacio provisto para cada pasajero es muy limitado, y el estar de pie en el interior cuando el aparato se está moviendo, resulta en perjuicio de nuestros compañeros de viaje, a quienes podemos atropellar. Pero este inconveniente se remedia fácilmente con el sentido común.
32. No es necesario vestirse especialmente para viajar en aeroplano, y las ropas de calle resultan adecuadas. Los aviones de pasajeros están frescos y bien ventilados en verano, y cuentan con su correspondiente calefacción en invierno. Aun en los viajes largos, las señoras no se mudan de indumentaria (generalmente vestido estilo sastre), al menos que se detengan en alguna parte a pasar la noche, o por espacio de varias horas.
33. Al abordar el aeroplano, debemos llevar con nosotros únicamente los indispensables, porque además que las compañías de navegación aérea permiten muy poco peso, el excedente se paga a razón de tanto el kilogramo, y únicamente lo transportan cuando no hay mucho pasaje. De cualquier modo, raro es encontrar una compañía de aviación que acepte más de 25 kilogramos de equipaje por pasajero.
34. Tampoco se permiten que viajen animales vivos a bordo de los aeroplanos de pasajeros, de tal suerte que nadie debe intentar llevarlos, sin antes haber obtenido la autorización correspondiente, para colocarlos en las bodegas.
35. Los pasajeros deben abstenerse por completo de penetrar en lugares prohibidos, como el compartimento del piloto, la cabina del correo y el exprés, el cuarto de radio y aparatos de control, etc.
36. En la mayoría de los aeroplanos está prohibido fumar, y quien quebranta esta regla no solo pone en peligro su vida, sino la de los demás. Sin embargo, algunas compañías tienen destinados sitios especiales, de donde no se mueve nadie con el tabaco encendido.
37. Los pasajeros no deben arrojar al piso del aeroplano, papeles, cerillos ni objeto alguno por inútil, sino entregarlos a la camarera que esta disponga lo conveniente, de acuerdo con las instrucciones recibidas. Los gabinetes de los aviones son tan pequeños, que las fórmulas de sociedad se dispensan, y todos estamos autorizados para dirigirle la palabra a nuestros vecinos.
38. No es de buen tono dar propinas a las camareras de los aeroplanos, pero si el pasajero quedó contento con los servicios de aquellas, puede obsequiarles chocolates o flores al terminar el viaje.
39. Cuando hayamos de viajar en compañía de otras personas, seamos exactos en reunirnos con ellas a la hora señalada para emprender la marcha; pues si siempre es impolítico hacerse esperar, lo es todavía más en estos casos, en que toda demora produce trastornos y aun perjuicios de más o menos trascendencia.
40. En los caminos se relaja un tanto la severidad de la etiqueta, y pueden dirigirse un saludo las personas entre sí desconocidas que se encuentren; pero este saludo, que adelantará el inferior, deberá ser autorizado por una mirada del superior.
41. Para los casos en que se ha de viajar en un carruaje público es enteramente excusada la recomendación del párrafo 1, por cuanto no esperándose entonces por ningún pasajero, cada cual tendrá el cuidado de acudir oportunamente a tomar su asiento. Pero existen reglas que se observan cuando una vez llegada la hora de la partida, se viaja de esta manera, y vamos a exponerlas en los párrafos siguientes.
42. El caballero ofrecerá la mano a la señora, para subir al coche y para bajar de él; y de la misma manera, cederá su asiento a una señora a quien haya tocado uno menos cómodo o menos digno. Para esto es conveniente saber que los asientos más cómodos, son los del fondo del coche, y los menos cómodos, todos los que tienen la espalda hacia su frente; y que de los primeros los preferentes son siempre los de la derecha, y de los segundos los de la izquierda. Cuando los asientos son laterales, los más cómodos, y al mismo tiempo preferentes, son los que están más hacia el fondo del coche; a menos que en este lugar esté la puerta, como sucede en los ómnibus, pues entonces la comodidad y la preferencia están en razón de la mayor distancia de aquella.
43. Las señoras, por su parte, procurarán no abusar de la preferencia que la urbanidad les concede, aceptando sin instancias un asiento que no les pertenezca; a menos que las circunstancias sean tales, que la fácil prestación no haga recaer sobre ellas la nota de inconsideradas.
44. En los coches pueden entrar en conversación personas que no se conozcan entre sí; pero nunca será el inferior el que dirija primero la palabra al superior, ni el caballero a la señora, ni la señorita al caballero. Entre señoras, señoritas y caballeros, una notable diferencia de edad puede autorizar la alteración de esta regla, dirigiendo primero la palabra, por ejemplo, un anciano a una señora joven, o una señorita a un joven de mucho menor edad que ella.
45. Según lo hemos indicado ya, la etiqueta en los viajes no es tan severa como en las demás situaciones sociales; así, al mismo tiempo que nos está permitido conversar en un coche con personas que nos son absolutamente extrañas, podemos, igualmente, sin faltar a la urbanidad, dejar de tomar parte en la conversación general, guardar absoluto silencio, limitándonos a contestar a lo que se nos pregunte, y aún entregarnos a la lectura o al sueño.
46. Es un acto extraordinariamente descortés, el fumar dentro de un coche, aun cuando no haya entre los pasajeros ninguna señora; cuando la hay, no es posible que exista un hombre medianamente educado que sea capaz de hacerlo.
47. En los, lugares donde se detenga el coche, veamos si las señoras que vayan con nosotros desean algo que les podamos proporcionar, y ofrezcámosles de las comidas y bebidas que encontremos.
48. En los viajes por mar se observarán los mismos principios que rigen para los viajes en coche; debiendo siempre el hombre de buena educación sacrificar su propia comodidad a la de las señoras, y mostrarse en todas ocasiones cortés y condescendiente.
49. Si por desgracia amenaza algún peligro a la embarcación en que nos encontramos, rodeemos a las señoras; y aun cuando nos sintamos impresionados y temerosos nosotros mismos, procuremos aparecer ante ellas tranquilos y serenos, a fin de consolarlas y de comunicarles aquel grado de valor que se necesita en tales ocasiones.
50. Terminado un viaje, cesa enteramente la comunicación en que durante él hayan estado las personas entre sí desconocidas; y en los lugares en que más adelante se encontraren, toca a las señoras autorizar con una mirada el saludo de los caballeros, y a los superiores el de los inferiores.
51. En los coches del ferrocarril, los asientos más cómodos son aquellos que permiten al viajero mirar naturalmente en la misma dirección en que el tren marcha, y de las dos localidades en que se divide cada asiento, es mejor aquella que está junto a la ventanilla. En los coches dormitorios, el billete de cama baja da derecho a ocupar el asiento preferente.
52. Ha sido costumbre que el lado derecho del asiento posterior del automóvil, se reserve a las personas de mayor respeto. Sin embargo, si el caballero ha de entrar o salir forzosamente por la portezuela de la derecha molestando al pasar a la señora que ocupa el indicado asiento, es preferible que esta se siente en el de la izquierda. Así, el caballero puede más fácilmente salir del coche, y ofrecer la mano a las damas cuando estas desciendan.
53. En los tranvías y autobuses es de rigor que los caballeros cedan sus asientos a las damas que se ven obligadas a permanecer en pie por falta de lugares donde acomodarse. (Nota del editor.)
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