Partes accesorias de las relaciones sociales. Los presentes o regalos.
Los regalos deben excitar la sorpresa y el placer, y así se debe guardar cierto misterio y presentarlos con el aire de la más graciosa amabilidad.
A los ojos de las personas delicadas los presentes o finezas, no tienen más valor que por la manera con que son ofrecidos. Demos pues algunos consejos.
Los regalos se ofrecen:
1. A los padres, amigos, y esto en diversas circunstancias; a nuestra llegada a un punto de donde hemos estado ausentes por mucho tiempo: cuando nuestros buenos amigos abandonan la población en que habitaban con nosotros: a la vuelta de un viaje, sobro todo de Madrid o París, o de tierras notables o lejanas; en los días de cumpleaños o de santos, y también el primer dia del año.
2. En la época de la recolección si se tienen granjas o casas de campo; de caza, si, se tiene esa afición. Es de buen tono mandar a sus amistades, o a sus amigos íntimos frutas escogidas, flores raras , o algunas notables piezas de caza.
3. Los regalos más delicados son los productos de la industria, como un dibujo, un bordado a la aguja, un cuadro bordado con pelo propio; pero tales presentes, inapreciables cuando se hacen entre amigos, no están admitidos con personas que están fuera de esta esfera.
Después de la oportunidad del tiempo, deben tener los presentes la oportunidad de elección.
Generalmente presidir a esta el lujo y la elegancia, pero estas reglas admiten numerosas excepciones, y aunque sería fuera de lugar ofrecer cosas puramente útiles (en circunstancias tales que pudiesen tener las apariencias de socorros) estaría equivocado el que creyese un regalo conveniente por solo la circunstancia de ser brillante, pues es absolutamente necesario que esté en relación con los gustos, la edad y el estado de las personas a quien se hacen, no olvidando tampoco la clase de relaciones que con ellas nos liguen. A un hombre estudioso, se le pueden ofrecer o regalar libros escogidos; a un amigo de las artes grabados; y a los jóvenes ligeros y graciosos objetos de adorno.
Los regalos deben excitar la sorpresa y el placer, y así se debe guardar cierto misterio y presentarlos con el aire de la más graciosa amabilidad. Luego, que hubiereis hecho un obsequio, y los cumplidos y demostraciones de gratitud se hubieren agotado, no hagáis nunca recaer la conversación sobre esa materia, y guardaos sobre todo de darle importancia. Al contrario, cuando alguna persona hable de su mérito u os demuestre su satisfacción, debéis contestar que el objeto o fineza toma todo su valor de los sentimientos de vuestro corazón.
Por poco interés que pueda ofrecer un presente y aún dado que fuese hasta ridículo, sería grosero recibirle sin demostraciones de placer y satisfacción. Es también conveniente que cuando las circunstancias ofrezcan una ocasión oportuna y se halle delante la persona que os ha hecho algún obsequio, sacar a plaza esta conversación y darle a conocer que su presente os es útil o agradable y cuanto más tiempo haya transcurrido sube de punto el valor de esta atención pues demuestra que habéis conservado el objeto con cuidado.
No estará de más que advirtamos que nunca es lícito dar a una persona el objeto regalado por otra, y sí alguna vez se incurre en semejante falta debe procurar ocultársela cuanto sea posible.
Es oportuno mezclar a los testimonios de reconocimiento algunas quejas sobre el subido valor del presente, pero no debe insistirse mucho tiempo sobre esto ni hacerlo con exageración, pues hay circunstancias en que tales declamaciones podrían parecer inspiradas por la avaricia, y además, por otra parte, son de mal gusto en cualesquiera circunstancias.
Muchas veces ofrecen un obsequio a alguno en la persona de sus hijos o de su señora, sobre todo en la época de año nuevo en que está admitido regalar cajas de dulces a las familias de los amigos íntimos.
Luego que se recibe un regalo de cualquiera valor que sea, es preciso hacer una visita, y si las circunstancias no lo permiten dirigir cuando menos una carta de gracias. Todos saben que el uso ha establecido que se de una gratificación al doméstico o criado portador del presente.
La delicadeza más vulgar exige que no se obligue jamás a regalar un objeto por medio de elogios o de alusiones indirectas.
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