Libro Nuevo Galateo Página 3
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Reglas de cortesía y comportamiento en sociedad publicadas en el libro del Nuevo Galateo
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Cualquiera acción o dicho que voluntaria e ilegítimamente nos roba la estimación ajena o nos expone al desprecio, se llama injuria.
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El disgusto que nace de la imputación de efectos morales, crece o disminuye en razón de la cualidad del defecto imputado.
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Es tan natural en el hombre la tendencia a ensalzarse a sí mismo y a deprimir a los otros, que casi sin notarlo y sin ánimo resuelto de ofender mortificamos el amor propio de los demás.
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La desmedida idea de sí mismo mezclada al desprecio de los otros, constituye el orgullo.
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Encontramos belleza en el cuerpo humano cuando vemos reunidas en él las cualidades más propias para ejecutar sus movimientos.
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El gesticular mucho con las manos cuando se habla con algunos es uso de aquellos que hablan mucho y dicen poco.
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Cuanto menos están, los hombres ocupados en negocios propios, otro tanto quieren informarse de los ajenos.
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El orden social exige que la ancianidad sea respetada a fin de que los jóvenes oigan con docilidad sus lecciones, y obedezcan prontamente sus mandatos.
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La decendia prohíbe aquellas acciones inocentes en sí mismas, pero que merman la idea de la dignidad en aquel que las ejecuta.
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La diversidad de usos en la mesa debe atribuirse a las diferentes ideas de comodidad y de cortesía.
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En la antigua Roma, la sala en que se comía en los días festivos estaba alfombrada de lirios y rosas.
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Entre los siglos XVI y XVII se introdujo en Francia la costumbre de acumular muchos manjares en un mismo plato de modo que viniesen a formar una pirámide.
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Los romanos tenían la costumbre de entregar al principio de la comida una nota de los manjares que se presentarían en la mesa.
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El amo debe cuidar mucho de que las conversaciones sean graciosas y amenas, sin hacerse malignas ni mordaces.
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Cuando en Roma era todavía desconocido el uso de los tenedores se podía causar asco de muchas maneras, y por esto Ovidio fijó las reglas para tomar delicadamente los manjares con dos dedos.
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Todo acto inurbano es mucho menos excusable cuando se comete en la mesa.
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Manifestar que no perdéis una palabra de cuanto los otros dicen y que experimentáis los afectos que tratan de mover en vuestro ánimo, es un deber tan evidente que no necesita encarecerse.
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Aunque el hombre debe ser bondadoso, es menester que no degenere en imprudente, acordándose de que la bondad inclina a juzgar a los hombres.
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Como los jóvenes no conocen aun por experiencia cuantas son las pasiones que procuran conservar los errores, creen que todas las verdades pueden decirse en presencia de cualquiera.
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Cuando la vanidad va unida a la ignorancia presta oídos a las más necias mentiras y se alimenta con las más inverosímiles ilusiones.
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La alabanza es razonable con tal que fundándose en la verdad o en la verosimilitud, sirva de estímulo o de recompensa al talento, a la virtud o a la industria.
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El hombre de ánimo delicado se abre a todos los sentimientos que engrandecen la naturaleza humana, y quisiera cerrarlo a cuantos la degradan.
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Es suma descortesía hacer uso de la superioridad de modo que quede ofendido el amor propio de los inferiores infundadamente.
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Antes de hablar de la cortesía que deben usar los súbditos con respeto a los magistrados, es preciso indicar las razones de obediencia, gratitud y respeto de que les son deudores.
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El respeto a los magistrados favorece la obediencia a las leyes y esto trae el beneficio público.
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La ley de Moisés no admitía en los tribunales el testimonio de un extranjero.